Siendo la Astronomía la más antigua de las Ciencias Naturales, no es raro que hoy mucha gente sueñe con viajar a Marte, que está en promedio a 65 millones de kilómetros de mi querido planeta azul, con el objetivo de instalar una colonia humana. Se habla de tener en el planeta rojo un millón de terráqueos. Siendo un admirador y aficionado de nuestro inmenso universo quise analizar esta atrayente propuesta desde mi punto de vista científico dada mi profesión de geólogo de la Facultad de Ciencias Física y Matemáticas de la Universidad de Chile, donde también se han formado varios de nuestros astrónomos más destacados.
Lo primero fue saber qué tan saludable para un ser humano es vivir en Marte. Y me encontré con un planeta sin vegetación, descrito como un desierto azotado por el viento, prácticamente sin agua en estado líquido y con temperaturas promedio horrorosas (-46° C) para cualquier homo sapiens. Su atmósfera está compuesta de un 95% de dióxido de carbono con una débil capa de ozono, demasiado enclenque para bloquear la radiación ultravioleta proveniente del sol. La presión media equivalente a la presión de la atmósfera terrestre a una altura de 35.000 metros. Otro elemento del clima que hay que tener en cuenta son las intensas tormentas de polvo, las más grandes, fuertes y duraderas de todo el Sistema Solar. El viento puede alcanzar los 100 kilómetros por hora, y la tormenta durar meses.
Me quedé pensando que no parece ser un lugar tan bueno para vivir, pero que lo más seguro es que debe ser muy barato viajar para allá durante unos 9 meses, así como instalar una colonia en el rojo planeta. Revisé las cifras que se publican y me encontré que para mandar humanos a Marte se necesitarían sólo 500.000 millones de dólares. A modo de comparación, con esa cifra podríamos financiar nuestro presupuesto de la nación durante casi 7 años.
Me pareció entonces que era un buen momento para volver a revisar que tan bueno es vivir en la Tierra. Nuestro planeta azul está a la distancia correcta del Sol para tener temperaturas superficiales óptimas para los seres vivos. Sus vastos océanos han permanecido líquidos, desde poco después de su formación hace unos 4.500 millones de años. Es el único planeta con tectónica de placas, que recicla nutrientes y otros materiales esenciales para la vida a través del interior del planeta y de vuelta a la superficie. La Tierra es única en el sostenimiento de una atmósfera que es una quinta parte del oxígeno, que fue generado por organismos unicelulares y que impulsó la evolución de los organismos multicelulares. Los materiales que utilizamos provienen de la Tierra: Combustibles, minerales, aguas subterráneas, incluso nuestros alimentos (a través del suelo, el agua y los fertilizantes). Tenemos una afinidad psicológica por ciertos lugares de la Tierra, por las regiones donde crecemos y vivimos y por los terrenos salvajes y hermosos, ya sea preservados en parques o en nuestro entorno cotidiano. Es un hogar agradable para los humanos con su color azul por su agua, blanco por sus nubes, y verde por su vida. Un planeta incomparable en nuestro sistema solar, y probablemente muy raro en el Universo.
Pero hemos alterado la superficie extensamente durante nuestra ocupación: Estructuras de construcción, quema de bosques y praderas, represar ríos. Casi a diario nos informan de grandes incendios, inundaciones, mares y cielos contaminados en muchos lugares del mundo. Y en nuestro país tenemos absurdamente zonas de sacrificio en Mejillones, Tocopilla, Petorca y Quintero por nombrar algunas. Somos un país casi sin ordenamiento territorial efectivo.
El proceso de entender la Tierra acaba de comenzar. Hay que comprender las complejidades de los sistemas terrestres para que los humanos sobrevivan y prosperen durante más de un momento en el tiempo geológico. Debemos encontrar y desarrollar los recursos necesarios para sostener y mejorar la condición humana, especialmente cuando estamos viviendo el Cambio Climático y sus consecuencias.
Entonces es meritorio darle prioridad al entendimiento y sobre todo al cuidado de nuestro planeta lo que requiere dedicar urgentemente presupuestos adecuados. Y una vez que resolvamos todos los problemas apremiantes que afectan nuestros ecosistemas y sus habitantes, solo entonces dediquémonos a invertir para viajar por todo el Universo.
Parece buen momento para pedir: La Tierra primero, Marte después.
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