La vulnerabilidad de los datos privados en el mundo digital

Promocionada como un espacio seguro para mujeres, la aplicación estadounidense Tea Dating Advice -con unas dos millones de usuarias en el mundo- no es exactamente una aplicación para citas, sino un espacio para que mujeres compartan información sobre los hombres con los que salen y chequear antecedentes. Por ejemplo, las usuarias pueden denunciar diferentes señales de alerta, como comportamientos hostiles, acoso o malos tratos que hubieran experimentado con hombres concretos. También pueden revisar estados civiles, antecedentes penales o completar búsquedas reversas de imágenes para detectar a personas que usan identidades falsas.

En tiempos en que la vida digital contemporánea ha llegado incluso a la búsqueda de parejas y la vida amorosa, el tema de la seguridad de las personas en diferentes aplicaciones de citas ha dejado bastante que desear. Según una encuesta del Centro de Investigación Pew de Estados Unidos, el 57% de las mujeres considera que las app de citas no son seguras, y muchas reportan haber recibido mensajes sexualmente explícitos, hostigamiento e incluso amenazas de agresiones físicas.

Tea prometía marcar una diferencia y poner la seguridad y privacidad de sus usuarias al centro, al punto de que aseguraba que era imposible sacar un pantallazo de las conversaciones en la aplicación. Sin embargo, justo cuando se estaba volviendo muy popular -subiendo en los rankings de descargas de aplicaciones- en julio pasado Tea fue hackeada: primero, más de 70 mil imágenes archivadas en una base de datos antigua fueron filtradas; días después se vulneró el sistema de mensajería privada de la aplicación. Entre el material hackeado había casi 13 mil selfies y fotos de documentos de identidad (solicitadas a la hora de registrarse, para verificar que las usuarias son mujeres y que se supone eran eliminadas inmediatamente). Las filtraciones también incluyeron miles de imágenes extraídas de posteos y comentarios y mensajes directos en la misma app., con conversaciones entre usuarias con información extremadamente privada, como historias de abortos, infidelidades o números de teléfono.

Los datos robados comenzaron a circular por internet, desde mapas con la locación de algunas de las usuarias, hasta foros donde se podía calificar cuán atractivas eran las usuarias de Tea en función de sus fotos filtradas. En otros sitios se revelaba la identidad a las víctimas de esta filtración o se chismoseaba sobre sus posteos o testimonios sobre sus vidas amorosas.

Lo de Tea es un nuevo ejemplo de las constantes violaciones de la privacidad que ocurren en contextos digitales, especialmente cuando se trata de mujeres (por ejemplo, el doxeo, la difusión no consentida en internet de información personal, afecta desproporcionadamente a mujeres. Lidiar con la exposición de información privada en internet es muy complejo -más aún cuando las apps insisten en pedirnos datos como nuestra dirección, nuestro teléfono o nuestro nombre legal para poder usarlas- y de cómo la protección de datos personales en tiempos en que todo está digitalizado o respaldado en servidores y bases de datos no da necesariamente el ancho.

Muchas veces son los usuarios quienes deben tomar medidas extraordinarias para resguardar su información -por ejemplo, deshabilitando la herramienta de geolocalización o evitando vincular aplicaciones a cuentas de redes sociales- pero las empresas no parecen aprender la lección respecto de su riesgo de ser hackeados y que los datos se filtren.

El caso de Tea también pone de relieve el peligro de exigir a los usuarios de servicios digitales demostrar quiénes somos. Actualmente, países como Australia y el Reino Unido cuentan con leyes que exigen a plataformas digitales verificar la edad de sus usuarios para proteger a menores de edad. Microsoft ya habla de adoptar sistemas para verificar la mayoría de edad en las cuentas de Xbox, más allá del Reino Unido; y YouTube estaría considerando usar inteligencia artificial para estimar la edad de sus usuarios a partir del escaneo de sus caras, y así ofrecer contenido apropiado para niños y jóvenes. Pero como demuestra el caso de Tea, eso suele implicar la entrega de información privada, como documentos de identidad o imágenes personales, sin que haya necesariamente resguardos sobre su almacenamiento o procesamiento. Una medida para proteger a las personas puede fácilmente volverse un riesgo para la seguridad de esas mismas personas.

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