Feminismo, ¿por qué no?

La nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie en su breve, pero didáctico, ensayo "Todos deberíamos ser feministas" (2014) realiza la siguiente afirmación: "Sí, existe el problema de género tal como existe hoy, y tenemos que arreglarlo. Tenemos que hacerlo mejor".

Y en este llamado a "hacerlo mejor", la primera acción pedagógica es abrir la conversación. Es muy importante que la escuela se convierta en el espacio donde, mediante el diálogo informado, logremos demoler los prejuicios que hoy nos impiden avanzar juntos y centrarlo en la necesidad de igualdad y no en la que provoca la discriminación positiva incluso autoimpuesta, que al parecer algunas mujeres se han nutrido. Debemos abrir diálogo informado y hacia adelante, y no sembrar campañas del miedo ensombrecido. Se trata de reconocer que, en las estructuras sociales, históricamente hemos observado que las expectativas y las oportunidades se han concentrado en un solo género. Por lo tanto, la mirada desde la equidad resuena tanto.

En la vorágine de una sociedad que clama por una mundo más justo que buscan combatir la amarga discriminación sistémica, que anhela una población en convivencia más segura y equitativa, que no solo hace referencia al poder de la igualdad del acceso, sino también a poder ser transmisoras de voces representativas, se hace complejo que el concepto del feminismo aún sigue siendo, para algunos que no acceden a entender, referido como odiosidad, reduciendo este concepto a un movimiento "anti-hombres" y lo que lo desvirtúa por completo de su real foco, el de la justicia y los derechos humanos.

Es relevante que la sala de clases sea el lugar de aprendizaje social, para el desarrollo de habilidades cívicas y pensamiento crítico, remeciendo el estatus quo, dejando sin opciones la falta de saber, ya que el desconocimiento es el caldo de cultivo del prejuicio, y la ignorancia genera fraccionamientos y falta de perspectivas, además esta nunca es pasiva sino es una amenaza peligrosa, algo así como una fuga de gas que no se siente hasta que estalla.

Últimamente hemos sido testigos de opiniones polarizadas y ajenas de la sana convivencia en el sentir público, donde se ha tratado de forma peyorativa a las mujeres y al feminismo. La equidad no debe ser utilizada como slogan electoral donde incluso se ha pensado retroceder en materias que están hoy garantizadas como: la educación no sexista, los derechos reproductivos, incluso los protocolos contra la violencia de género. Ya que, de esta forma, se envía el mensaje de que los avances en derechos de las mujeres son quebradizos, frágiles y negociables, transitorios de acuerdo al vaivén publicitario.

Es tiempo de visualizar que cuando hablamos de la esencia del feminismo, se está lejos de querer ser una guerra de sexos, esto es mal interpretarlo para desacreditarlo socialmente, y genera acciones que no dialogan con lo que de verdad sostiene su existir que es la construcción de sociedades globales más seguras y justas, dignas.

Es por esto que, la sala de clases, como espacio de construcción de futuros, y que a su vez es el principal actor en la cimentación cívica, tiene un compromiso inevitable: abrir sus puertas al debate pluralista sobre el feminismo, que el ciudadano del mañana sea el estudiante informado de hoy.

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