La Batalla de Chile: cuatro décadas de censura

Este fin de semana del 11 y 12 de septiembre el canal La Red TV emitirá, por fin, el documental de Patricio Guzmán "La Batalla de Chile". Incluso puede que para cuando usted lea estas líneas ya haya sido emitido. Para quien no lo sepa, se trata de un registro directo y humano de los dos últimos años del gobierno de la Unidad Popular. Un gran fresco de ese período que debiera ser material de consulta obligatorio tanto para estudiantes como para investigadores que tengan que analizar el tema, sabiamente dirigido por Patricio Guzmán, con la mirada aguda y certera del camarógrafo Jorge Müller (posteriormente hecho desaparecer por la dictadura) y con el notable trabajo de montaje de Pedro Chaskel, por citar a algunos miembros del equipo.

Sin embargo, el camino de este documental a la televisión abierta y, por lo tanto, a una difusión masiva, ha sido lento y tortuoso. ¿Por qué?

La primera parte de "La Batalla de Chile" ("La insurrección de la burguesía") fue estrenada en 1975 y la segunda ("El golpe de Estado") al año siguiente, ambas en Cuba y obteniendo reconocimiento internacional. Por razones obvias, ambas películas no llegaron a Chile de forma oficial hasta la década de 1990. Antes circularon en el país de manera clandestina a través de cintas VHS o Betamax que circulaban de mano en mano.

Con la llegada de la democracia se suponía que esta obra iba a tener la difusión que se merecía en su país de origen. TVN compró los derechos pero los utilizó sólo para guardar las películas en un cajón. Ver a muchos políticos y personalidades públicas aún en ejercicio complotando contra el gobierno legítimamente elegido no era algo que se iba a permitir en aquellos años, sin contar el poder que seguía teniendo el Ejército y el miedo de las autoridades de la época a los uniformados. Recién en 1997 tuvo un tímido estreno, por un día, y en una sala para 300 personas.

Patricio Guzmán quiso mostrar el documental en colegios de Santiago para luego generar un debate entre los estudiantes, pero solo cuatro establecimientos (de 40 a los que se les solicitó) aceptaron. No querían traumar a los niños, era mejor olvidar, dijeron.

A partir de entonces, "La Batalla de Chile" tuvo una difusión limitada a venta de DVD y exhibición en algunos festivales. Pero nada de muestras masivas. El cajón de TVN estaba con llave, y así pasaron 46 años de censura, la mayoría de ellos en democracia.

¿Cuál era el peligro de mostrar "La Batalla de Chile"? Pues simplemente es un desmentido de primera mano a las verdades sostenidas por la derecha sobre la Unidad Popular y la justificación del golpe. Que el gobierno de Allende tuvo apoyo popular y la sublevación militar no fue más que una defensa de los intereses de un pequeño sector de la población. Que el desabastecimiento no fue producto de malas políticas, sino presión de empresarios inescrupulosos e ideologizados. Que ciertos partidos y políticos de apariencia democrática no dudaron mucho al momento de instigar un alzamiento armado, y, por el otro lado, algunos sectores de izquierda tuvieron delirios revolucionarios más que afiebrados.

La censura sigue existiendo. Siguen llegando órdenes "desde arriba" para no emitir tal o cual contenido (me consta, trabajé en televisión), o para inflar a tal o cual personaje. Sin ir más lejos, recordemos el caso de Agrosuper (propiedad del presidente de la CPC), que retiró su auspicio a CNN Chile porque no estuvo de acuerdo con la cobertura que se hizo al estallido social de octubre de 2019: o se ciñen al discurso oficial o la vida se les hará difícil. Si a eso sumamos leyes que benefician a grandes conglomerados más que a medios independientes, tenemos censura de diversos matices y a través de distintas vías, pero censura al fin y al cabo.

Es muy probable que tras la emisión de "La Batalla de Chile" vengan las quejas del sector que queda desnudo frente al espectador, acusando poca objetividad o que muestra solo una parte de la historia. Reclamos frecuentes cada vez que se hacen públicas obras que tocan las atrocidades cometidas y que son incapaces de rebatir por medio de productos culturales similares. Como si borrando esas imágenes se lograra creer que nunca existieron. Algo como esos piquetes de delincuentes que de vez en cuando vandalizan sitios de memoria. Quizá habrá que informar que un documental jamás será objetivo pues se trata de una mirada sobre un tema, lo otro es un reportaje.

La exhibición de "La Batalla de Chile" es una excelente noticia. Seguramente dará una nueva perspectiva a generaciones jóvenes que no han visto este documental (muchos ni siquiera saben que existe) y también a adultos que podrán recordar y reflexionar sobre un período de la historia cuyos efectos aún seguimos viviendo.

La parte triste es que el canal de todos los chilenos, TVN, jamás se animó a programarla. Quizá algún día podamos mirarla todos sin miedo y sin odios, pero hay lógicas dictatoriales que aún no han desaparecido. Como dice el documental en su escena final: La batalla de Chile no ha terminado.

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