Termino de haberla disfrutado hace escasamente veinte minutos, la sensación es la de haber visto algo grande
monumental, desde la espléndida fotografía de Lubezki, que te agarra de las tripas desde el primer fotograma, pasando por la implacable crudeza de las escenas (inolvidable los planos secuencia de la primera batalla y la lucha con el oso) hasta las interpretaciones, donde DiCaprio da un nuevo recital en una consecución de primeros y primerísimos planos enmarcados en panorámicas de paisajes indómitos y verídicos
cuesta creer que en este planeta que se nos cae a pedazos puedan aun existir estas geografías gélidas, boscosas, montañosas y fluviales que quitan el aliento.
La historia que se nos presenta (seca, descarnada, realista hasta el tuétano) versa sobre dos temas ancestrales: la supervivencia y la venganza.
En este filme, al contrario que en los western clásicos, no hay blancos buenos ni indios malos; aquí, y al contrario que en los western "modernos" estilo Danza con lobos, no hay indios buenos ni blancos malos. Aquí solo hay seres humanos haciendo lo posible por sobrevivir en un mundo áspero que los hombres se encargan de hacer más cruel con actos que acarrean consecuencias.
No hay justicia, solo acción-reacción. No hay honor, solo una sed desmedida por desgarrar carne y derramar sangre. Sin embargo, en este infierno que Iñarritu nos retrata y que el propio hombre crea y gobierna, la venganza y la supervivencia son lo único que puede hermanar a un puñado de hombres heridos y fracturados mental y espiritualmente (como lo muestra metafóricamente la magnífica secuencia del bisonte derribado y devoradas sus entrañas a cuatro manos por quienes unos momentos antes no veían nada más en su existencia salvo muerte, silencio y hielo).
Gonzalez Iñárritu no da ningún respiro. Al mejor estilo Shakesperiano, es recomendable no encariñarse con ningún personaje. Lo que pasa en la pantalla es la vida, no la idealización de la existencia o de cómo debería ser esta. En esa vida, Leonardo DiCaprio nos ofrece estrategias de supervivencia real mixturadas con estrategias actorales, su performance es totalmente física de muy escasos textos, un actor comprometido en carne y alma con un proyecto fílmico de rasgos titánicos.
Un guión donde prima más la forma que el contenido, pero eso no significa que estemos frente a un guión deficiente. Es una buena historia basada en hechos reales, un juego de supervivencia y venganza al estilo de la vieja escuela, con un ritmo narrativo acertado en su calma y en la simbología onírica para entender el flujo de conciencia del protagonista.
Una gran historia, una magnífica puesta en escena, alguna que otra metáfora visual acertadísima, una manera de contar el cuento que da un lugar privilegiado a las entrelineas de un guión donde prima y se encumbra la belleza de los silencios, la narración por medio de los rostros disímiles, temerosos, rostros ansiosos, rostros vernáculos nostálgicos de una grandeza perdida. Propios tal vez del violento encuentro de dos culturas y dos mundos. El silencio de la vastedad y la soledad en esta película son también protagonistas insuperables.
Este es un filme épico, brutal y complicado. No es un trabajo fácil de digerir pero el resultado final es intachable. Maravillosamente dirigida, bella y dolorosa. The Revenant es una poesía ensangrentada, gélida en su enfoque, pero no por ello menos intensa. Una de las mejores películas del año.
Afírmese ante esta muestra de poder de un cine sin ataduras y de un protagonista estirando sus dotes interpretativas. Poniéndose a prueba ansioso ante el desafío. Eso es algo que no debes perderte.
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