Pese a su carácter histórico, la comuna de Estación Central recién se conforma propiamente tal en 1985. Antes de ese año sus distintos barrios formaban parte de las comunas de Santiago, Cerrillos, Pudahuel, Lo Prado y Quinta Normal, por lo que puede entenderse que desde sus inicios ha tenido un variopinto de barrios con diferentes fines: industriales, residenciales, comerciales, de paso. ¿Quién no ha pasado por la Estación Central de trenes, los terminales de buses o comprar en las inmediaciones del Barrio Meiggs?
En esta comuna se pueden clasificar cuatro tipos de grandes zonas residenciales. Las villas emblemáticas como lo son Portales y Francia, las poblaciones campamentos que están en los lindes sur de la comuna, los barrios colindantes con el comercio de la Alameda y Ferrocarriles del Estado - donde se ubicará el Proyecto Maestranza impulsado por Ukamau - y por último, la explosión de edificios de altura en las manzanas de la Alameda y Ecuador entre General Velásquez y Las Rejas.
Esta comuna ha cobrado protagonismo en la academia de arquitectos y urbanistas por los desastres que se prevén en el laboratorio de ciudad en el que se está transformando, lo que se vio reflejado en el conversatorio del lanzamiento de la Revista de Estudiantes de Arquitectura de Chile, REArq. https://issuu.com/revistarea/docs/rea_final
Toda modernidad es bienvenida, pero en el caso de Estación Central es necesaria una modernidad controlada, planificada, con sentido integrador de ciudad de escala urbana. La explotación inmobiliaria descontrolada, no planificada y concentrada en ciertas calles no ha traído apareada un alza en la calidad de vida de las personas; no se ha desarrollado el mobiliario urbano y público para las personas; las veredas siguen rotas, las luminarias oscuras, las calles con “eventos” más grandes, no se ha plantado un solo árbol en las inmediaciones de estas torres de sobre 30 pisos y el hacinamiento está superando toda expectativa. ¡En algunos edificios hacen fila para poder abordar el ascensor!
El problema es que no se encuentran al margen de la ley, sino más bien amparados en ella. Pero, si el desarrollo inmobiliario sólo se rigiera por normas generales de construcción, estas mismas problemáticas se repetirían en Las Condes, Vitacura, Ñuñoa, La Reina, Concepción, Viña del Mar, comunas con los mayores niveles de ingresos del país y que tienen claridad que inversión en mitigación de este tipo de edificaciones conlleva también un aumento en la plusvalía de las casas inmediatas y de todo ciudadano que utiliza el espacio público.
Entonces, la Municipalidad también juega un rol gravitante en este laboratorio de ciudad. Ella es la que otorga los permisos de edificación, haciendo los reparos necesarios en el proyecto, supervisando la entrega de la obra y las mitigaciones de esta. Acá, parece que el gobierno local es el gran ausente y atraer inversión a la comuna a todo precio no es sinónimo de mayor bienestar para los vecinos.
Es ante esta emergencia que la academia - se exige en el conversatorio - debe ser más participe de la discusión de la vivienda social, de la planificación integral de ciudad, de elevar los presupuestos mínimos de construcción; académicos, investigadores y estudiantes deben volver a ganar terreno ante la especulación del suelo, participando activamente de las políticas públicas y no meros teorizadores de estructuras que irrumpan el espacio.
De igual manera las personas, los vecinos, los ciudadanos, deben empoderarse ante este nuevo fenómeno y exigir al Estado, en todos su niveles, un rol activo en las transformaciones urbanas y no dejar que las inmobiliarias, de mutuo propio, indiquen cuáles serán las acciones para subsanar los problemas que ellas mismas ocasionan o como mejoraran la inserción de sus proyectos en el vecindario que levantarán sus torres.
Claramente en medio de esta necesidad de avanzar de forma rápida ante estas emergencias, dado que el hacinamiento, la inseguridad , la calidad de vida y salubridad deben ser prioridades para el gobierno local, se deben aunar lazos entre las Universidades, las Municipalidades y el Estado central.
Re-entender qué es el espacio público, la vivienda de las personas (saquémosle de una buena vez el apellido social como si fuese “otro” tipo de casas para “otro” tipo de personas), las interacciones entre los diferentes barrios, los servicios y propiciar una verdadera política, desde el ministerio de Vivienda, que le dé un rol activo ante los desafíos de la escasez de viviendas, los barrios que se re-gentrifican, la inmigración y la erradicación de campamentos.
Ya no solo un llamado como se hizo en el caso de Valparaíso, a no ocupar zonas de riesgo, sino que de una buena vez proponer la “nueva ciudad”, el espacio de todos y no de unos pocos. Pero el caso de Valparaíso da para una columna completamente diferente.
Proponer un nuevo trato desde el Estado central dejando de lado su rol como garante de una vivienda social de mercado, con el voucher del subsidio, subiendo los estándares mínimos de calidad y entendiendo que su rol no es sólo de administrador del suelo y que no interviene y a la Administración local como aquella que adecúe los parámetros básicos exigidos para la construcción de esta nueva ciudad en función de la realidad de la comuna, la academia que proponga soluciones innovadores a problemas diarios y los grupos de interés como son los comités de viviendas y las empresas.
El Estado debe dejar de ser un facilitador de proyectos mal terminados, que deben reconstruirse o viviendas progresivas (dentro de los círculos de arquitectos existe mucha resistencia hacia la figura de Aravena y Elemental por ser un “innovador” desde el statu quo y no un revolucionador como se le catalogó) sino un protagonista de la reconversión de nuestras ciudades que están al debe con los ciudades, con usted, con su familia y conmigo y la Municipalidad el garante que tiene en vista el bien común de los vecinos, aquellos a quienes se debe en primera instancia y luego a las empresas.
Queremos que salga un buen resultado de este laboratorio de ciudad, porque ya se está experimentando y hasta ahora, no huele bien la mezcla.
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