Hace algunos días se publicaron los resultados de la Cuarta Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017 (ENPC) que realizó el ministerio de las Culturas, un ejercicio estadístico necesario y fundamental para la implementación de las políticas culturales y el programa del nuevo gobierno. Cabe recordar, que la candidatura de Sebastián Piñera no presentó programa en cultura, por lo tanto, es una incógnita.
El documento contiene información que según como se interprete, será un insumo importante para seguir profundizando el modelo neoliberal que prevalece en la conducción del ámbito cultural estatal o para evidenciar que lo obrado en acceso, los últimos años, obstaculiza la asistencia a espectáculos y actividades artístico-culturales, por ende, el desarrollo de la cultura y las artes.
Si se comparan los resultados de la ENPC del año 2012 con las cifras de su versión 2017, se aprecia que los encuestados ante la pregunta referida a la asistencia al teatro, conciertos de música popular, exposiciones de artes visuales, museos y bibliotecas, entre otras expresiones, declaran ir menos que hace 5 años atrás.
Es decir, el público en vez de aumentar ha disminuido, en algunos casos de manera considerable. Sólo se evidencia un alza en la concurrencia a ver una película.
En cuanto al libro, el dato es más desalentador todavía: cuando se pregunta sobre la lectura de al menos un libro durante los últimos doce meses, un poco más de un tercio de los encuestados, 38,9 %, dice que leyó, ocho puntos menos que el ejercicio realizado el 2012.
La medición sólo informa sobre el acceso, no problematiza la calidad de la obra ni su valor cultural y/o artístico, dicho de otro modo, da lo mismo si la persona fue a ver una cinta de calidad o una película comercial; no importa si leyó un clásico de la literatura o un manual de autoayuda; si la obra artística se dio en el marco de una actividad cultural o educativa o fue una actividad tranzada entre un consumidor y un proveedor.
Un segundo dato que propongo reflexionar es sobre el grupo etario que accede a las obras artísticas y culturales; fundamentalmente son jóvenes que transitan entre los 15 y los 29 años, lo cual manifiesta que el sistema educativo es un sector que debe ser removido por las artes y las culturas, es el lugar en donde se deben considerar sus prácticas culturales para promover las virtudes que tiene toda formación integral.
Y el tercer ámbito que me interesa resaltar es la correlación que existe entre quienes al tener más estudios, acceden a una mayor participación pasiva en actividades artísticas y culturales.
Un botón de muestra es la asistencia a espectáculos de música actual, la distancia entre quienes tienen el privilegio de haber cursado una carrera universitaria y quienes sólo tuvieron la oportunidad de tener enseñanza básica incompleta, es escabrosa, mientras los primeros asisten en un 46,2 %, los segundos lo hacen en un 11,3%.
En el marco de la creación de una nueva institucionalidad los resultados de la ENPC 2017 ponen de manifiesto la necesidad de repensar el sector; la relación de una elite de las industrias culturales con el Estado, la preponderancia que debería tener el sistema educativo en el arte y las culturas; la injerencia de las universidades en el “pensar y hacer” las artes y las culturas; la “sustentabilidad económica”; la concursabilidad como único modo de financiamiento; la participación de nuestros pueblos originarios y otros temas que han quedado relegados en el sótano de las políticas públicas, prisioneros del crecimiento económico y el mercado.
En tiempos de incertidumbre, es imprescindible volcarse al territorio, disputar el poder local, reivindicar y potenciar las prácticas culturales que se desarrollan de manera transversal, en las organizaciones sociales, las juntas de vecinos, los sindicatos, las organizaciones estudiantiles, estos son los lugares de producción y circulación cultural y expresiones artísticas que el Estado nunca debió haber desatendido y que hoy es una oportunidad volver a conocer, respetar y potenciar.
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