Federico García Lorca, el poeta que soñó su muerte

Hace 80 años, el 18 de agosto de 1936, fue ejecutado en la localidad granadina de Viznar el dramaturgo Federico García Lorca. Los autores de su muerte obedecían órdenes del  bando fascista que lideraba Francisco Franco.

Según relata el investigador Ian Gibson, uno de los mayores expertos en indagar la vida del  escritor andaluz y español universal, Lorca ni tuvo el consuelo de ver la luna porque ésta, en su último cuarto menguante, se había puesto antes de las dos de la madrugada.

Quienes estuvieron con el poeta en su casa en Granada, en días previos a su detención, cuentan que tras dormir la siesta dijo haber soñado que se vio tumbado en el suelo, rodeado de mujeres enlutadas que portaban crucifijos y lo amenazaban. Según afirman los testigos, entre ellos su madre, el poeta reflejaba en su rostro preocupación por la pesadilla que había tenido.

Lo que nunca pensaron  los promotores de su muerte y los que le quitaron la vida fue que con su proceder  nacía un mito que ha crecido con el paso de los años y que hoy su obra lo sitúa en la cumbre de la dramaturgia y la poesía escrita en lengua española en la primera mitad del siglo XX.

De leyenda viva se convirtió en luz que resplandece cada vez con mayor fuerza.

De  autor de obras “de gitanos”, “de toreros” y “de gente popular”, García Lorca es hoy considerado creador notable en una variedad de registros.

Para Manuel de Falla, con el que colaboró en la divulgación del flamenco y de otras  expresiones del folklore español, el autor del Romancero Gitano es un poeta capaz de expresarse dentro de una tradición, sin desconexión con Europa, y  que trata de dar voz a anhelos colectivos.

Los que le negaban una visión cosmopolita  hoy tendrían que callar.  García Lorca fue moderno mucho antes que otros. Su paso por la Residencia de Estudiantes le inyectó una curiosidad sin límites. Y no sólo se interesó por  Juan Ramón Jiménez, al que posteriormente le dedicaría junto a otros jóvenes alocados como él, burlas que rozaban la crueldad.

Se hizo amigo acérrimo de Salvador Dalí y lo acompañó en su travesía del cubismo al surrealismo. Amistad que se resquebrajó cuando Dalí  y Luis Buñuel titularon El perro andaluz a su revolucionario film. Lorca no pudo recuperarse de ese golpe bajo.

De sus obras dramáticas, para escarnio de los que lo etiquetaban de “andalucista”, se afirma que  sobresalen por su profundo apego al Yo interior del ser humano. Sus personajes se miran en el espejo de la soledad. Desde Yerma a El Público, ese leit motiv lorquiano siempre está presente.

Otros detalles que reflejan el potencial creativo  del autor de Bodas de Sangre en su compromiso con el diseño teatral, son los decorados que creaba para las representaciones, tanto en  escenarios  clásicos como en pequeños teatros como La Barraca. Detrás de sus coqueteos con el dibujo se ocultaba un artista de altos vuelos. Obras en las que lo naif y lo popular se conectan con el surrealismo.

De su afición por el cine hay ejemplos. Buster Keaton  lo cautivó y escribió incluso sobre la muerte de la madre de Charles Chaplin. Se recuerda además que junto con Buñuel, en 1929, creó el primer Cine Club en España.

¿Por qué Federico García Lorca fue blanco del odio fascista?

La intelectualidad siempre ha sido vista “con malos ojos” por los sectores más conservadores de la sociedad. Se les considera “peligrosos”, “alborotadores”, agresores del orden establecido”.

Hay que situarse en la España convulsa de los años treinta para entender lo que significaba escribir u opinar sobre la necesidad de cambios. En un país con alto índice de pobreza y de analfabetismo, la expansión de ideologías dispuestas a revertir la situación  generaba curiosidad  y adhesiones  en unos y rechazo frontal en otros.

García Lorca, sin militancia política conocida, resultaba sospechoso por sus obras, por su capacidad para llegar a todo tipo de personas y por quienes tenía a su alrededor, mayoritariamente republicanos.

Su imprevisto viaje a Granada tras el alzamiento de Francisco Franco en julio de 1936 sembró la inquietud de sus más próximos. Entre ellos su amigo y confidente, el diplomático chileno Carlos Morla Lynch y el poeta Pablo Neruda.

Dice el refrán “pueblo chico, infierno grande”.

García Lorca creyó que al estar con su familia y amigos de infancia su vida no correría peligro. Pero Granada desde el comienzo del alzamiento dio la espalda a la República en el poder, y se unió a los nacionales.

Transcurridos 80 años de su muerte, se  siguen conociendo detalles sobre su vida y, también, sobre sus últimos días. El anglo-hispano Ian Gisbson, autor de varios libros sobre Lorca, considera que el odio político fue una de las razones del fusilamiento del  poeta y dramaturgo granadino pero añade que fue  importante también la orientación sexual .

En su obra “Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, 1898-1936, Gibson cita a  Juan Luis Trescastros, uno de los integrantes del comando que ejecutó al poeta. Un fanfarrón que alardearía la misma mañana del 18 de agosto de 1936 que “le había metido a Garcia Lorca dos tiros en el culo por maricón”. Y añadiría: “Es que estamos hartos ya de maricones en Granada”.

Documentos oficiales dados a conocer hace unos meses refrendan las palabras de  este sicario, uno de los que acabó con la vida del poeta y con la de un maestro y dos banderilleros  la noche del 18 de agosto de 1936 en un barranco de Viznar, a diez kilómetros de Granada.

Para los que quieran profundizar en la vida de Lorca recomiendo, además de los libros   de Ian Gisbson, la obra En España con Federico García Lorca, de Carlos Morla Lynch,  diplomático chileno que tuvo una estrecha amistad con el dramaturgo y quién, en mi opinión, retrata con pulcritud  la dimensión humana del autor de Doña Rosita la soltera, Yerma o Poeta en Nueva York.

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