Oxímoron es una figura literaria que alude a la contradicción en los términos de un enunciado. De uso más o menos habitual en poesía, literalmente significa opuesto o absurdo, verbigracia: “un instante eterno” o “docta ignorancia”.
Unidad de lo agudo y punzante con lo romo y achatado.
“Apresúrate lentamente” decía César Augusto; según Quevedo el amor es “hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente...”; Baudelaire alude a “placeres espantosos y dulzuras horrendas”; Borges acotaba de cierta Beatriz que “había en su andar una como graciosa torpeza”.
De esta manera, alguien rubricaba una misiva, “Reciba usted la mezcla de mis odios más feroces y mis más devotas simpatías.”
No es difícil constatar que el espíritu oximorónico se manifiesta en estos lares de muy curiosas formas. Así, en la cristiana “copia feliz del edén” de riqueza abyectamente distribuida, a contrapelo del orgullo por las tradiciones republicanas prolifera una serie indeterminada de reyes, tales como: del mote con huesillos, del pescado frito, de los delantales, del twist, del rock, del completo, del cola de mono y otros.
Además, en concordancia con esa profusa heráldica, se efectúan jubilosos y discutidos comicios, a medio camino entre lo marchito y lo juvenil, que culminan en la anual coronación de soberanos guachacas. Excéntricos monarcas mediáticamente ungidos y de efímero imperio.
El primer motor o guaripola de esta folklórica actividad, abstemio confeso y a la vez entusiasta promotor del terremoto al rango de trago nacional, suele abrir el escondite de sus conceptos ofreciendo escogidas muestras de su dialéctica rectora, confusa y algo resentida.
“Me gusta tanto la cueca. Llega septiembre y es la felicidad. Me encanta ser chileno, yo me coloco mi banderita en la solapa, me compro una camisita blanca para andar bonito e irme a la fonda.
El chileno es borracho porque el vino ayuda a borrarse para soportar la vida. Los guachacas pelean, comparten un copete y después se van abrazados, eso es republicano.
En la élite son muy cachiporras. Dicen que están en crisis, en crisis está el pueblo trabajador bueno para el hueveo. No creemos en los valores del cuiquerio: el enriquecimiento, el individualismo.”
Volviendo al palique central, tras esa florida declaración doctrinaria, es obvio advertir que las mencionadas y cordiales majestades son exclusivas del ámbito popular. No se sabe de proclamaciones de reyes de la banca, de la minería, de las AFP o de las pesqueras, pese a ser éstos los verdaderos zares en nuestra sociedad.
Si bien es auténtica la historia de un denominado Rey del Salitre, de trigos no muy limpios, ahora, das Kapital prefiere disimular su voracidad pantagruélica emperifollado con el ropaje de una democrática y generosa inocencia.
Naturalmente, cabe preguntarse, ¿cuál será el origen de esta alucinatoria tendencia a tanta realeza?
Quizá sean resabios, en el inconsciente colectivo, del frustrado interés de algunos próceres por transformar las nacientes repúblicas en monarquías amparadas por casas europeas. San Martín, uno de ellos, en algún momento informó a O’Higgins que su plenipotenciario en el viejo mundo, Antonio de Irisarri, ofrecería a un príncipe británico el trono del país en calidad de monarquía constitucional.
El Director Supremo que sólo quería reconocimiento con ventajas comerciales, cancelaría el plan.
En los dominios del Wallmapu tampoco serían ajenos a estas extravagancias. En 1860 Orélie Antoine I es proclamado rey de la Araucanía y la Patagonia por un gran número de lonkos, decisión cuya racionalidad, al parecer, descansaba en la idea de un Estado indígena resistiendo a los ejércitos invasores. El ingrediente místico de esta combinación fue que las machis habrían anunciado su advenimiento.
Y en este proyecto político de concordato franco - mapuche hasta una carta fundamental se diseña.
"Considerando que la Araucanía no depende de ningún otro Estado, decretamos lo que sigue:
Artículo 1: Una monarquía constitucional y hereditaria se funda en la Araucanía; el Príncipe Orelie Antoine de Tounens ha sido designado Rey.”
La Constitución garantiza derechos naturales y civiles.
Libertad individual.
Igualdad ante la ley.
Cada cual contribuye a las cargas del Estado, en proporción a su fortuna.”
Para algunos estudiosos mapuches, Reynaldo Mariqueo, por ejemplo, mientras chilenos y argentinos veían con indiferencia o beneplácito los preparativos militares de la ocupación, Orélie dispone la defensa argumentando que la independencia de Chile y de Argentina no afectaba la soberanía territorial de la Araucanía y la Patagonia pues eran territorios autónomos.
Resguardo sumado a enérgicas protestas ante la opinión pública nacional e internacional por el despojo que se planificaba en contra de la Nación mapuche. Declarado loco de remate y encerrado, sólo gracias a la intervención del cónsul francés consigue ser repatriado. Volvería a estas tierras, pero, al poner Cornelio Saavedra precio a su cabeza regresó definitivamente a Francia.
En París, organizados en torno a la Casa Real de Araucanía y Patagonia en el exilio, los herederos de esta monarquía constitucional tuvieron en Felipe I un pretendiente hasta el 2014, año de su muerte. Hoy, conducida por el Príncipe Antonio IV, en esta ilusa entidad estiman que la antigua alianza podría reinstituirse si de este modo lo acordaran con ella las autoridades nativas.
Por nuestra parte, sin duda seguiremos incrementando el índice o sílabo de reinas y reyes. Desde luego, los presumidos ingleses de América exhibimos una réplica viviente del mítico y esclarecido King Arthur, aunque no sea más que en siútica versión futbolera.
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