La desigualdad en América Latina tiene rostro de mujer y rostro de infancia. Así se refirió hace un tiempo la Presidenta Michelle Bachelet al inquietante panorama que enfrentan estos grupos en parte de nuestro continente, lo que cobra aún mayor preocupación al recordar este escenario tras el reciente Día de la Mujer.
Por eso la situación de las niñas es un ámbito en el que debe existir especial énfasis, ya que muchas veces son objeto de una discriminación instalada en la sociedad sobre la que no son conscientes.
El debate sobre la igualdad entre hombres y mujeres está principalmente enfocado en cómo disminuir la discriminación de género en la vida adulta, pero lo cierto es que hay que educar al respecto desde la infancia.
La clave se encuentra en generar cambios sociales y una cultura que considere la materia en espacios formativos de niños y niñas, donde ambos puedan crecer como iguales y mantener esa mentalidad en el futuro.
Hay datos preocupantes sobre lo que ocurre actualmente. Según Sernam, el 31,9% de las mujeres chilenas entre 15 y 65 años declara haber sufrido alguna forma de violencia por algún familiar, pareja o ex pareja, alguna vez en su vida.
Esta información refleja una aberrante realidad que aún están presente en nuestra sociedad y que a veces palpamos de la manera más violenta, como en los delitos en que se atenta contra la vida de una mujer, lo que frecuentemente vemos en los medios.
Ciertamente Chile intenta mejorar en estas materias, que se han instalado en la agenda pública gracias al trabajo de instituciones y referentes del Estado, pero también del sector privado.
Sin embargo, persisten algunas concepciones sexistas profundamente arraigadas, como la existencia de tareas domésticas “de mujeres” y “de hombres”, al igual que etiquetas de conductas “de niña” o “señorita” que se comentan en entornos escolares.
Necesitamos avanzar más para construir un país que incorpore una mirada de género donde se promuevan los derechos de las mujeres a partir de la infancia y donde la igualdad de derechos y oportunidades sea parte del modelo de sociedad al que aspiramos. En este sentido, por ejemplo fortalecer el enfoque de igualdad en la formación docente y la práctica pedagógica sería un avance necesario y muy relevante para lograr un cambio cultural.
Reconocer y actuar sobre la desigualdad de género en la infancia nos garantiza un futuro sin discriminación en todas las edades. De esta forma, mujeres y hombres compartiremos un destino común en que se aprovechen todos nuestros talentos sin que concepciones prejuiciosas coarten nuestro potencial y desarrollo
Así, desde la infancia estaremos más unidos y, como cantó Gabriela Mistral en sus Rondas, nos daremos la mano y danzaremos y el mismo verso cantaremos…
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