L’orchestra di Piazza Vittorio

Mucho se ha escrito sobre esta orquesta, tanto que la edición especial de su “documusical”, como ellos lo definen, trae un libro llamado Prove d’Orchestra, con comentarios y críticas de prensa, casi un estudio sociológico-musical sobre el fenómeno.

Porque "La orquesta de la Plaza Victorio" es una película, un movimiento, y lo más importante a mi parecer, es una orquesta multiétnica de un exquisito gusto musical.

La citada plaza en realidad se llama Piazza Vittorio Emanuele II, y es el centro del barrio Esquilino de Roma, cercano a la estación Termini. Es China Town, la tierra entregada a los inmigrantes, donde los romanos son minoría étnica.

Mucho se ha escrito, pero nada en español. Por lo que esta reseña pretende dar a conocer a este heterogéneo conjunto de músicos en nuestro medio.

Es lamentable la fuerte desvinculación musical existente entre Latinoamérica y una de sus principales influencias históricas durante el siglo XX, Italia.

Tenemos grandes ejemplos, pero un tanto pasados de moda, como Modugno, Adamo, Cocciante, Dalla y tantos otros. Mala fortuna que en los últimos años nos aturden con Ramazzotti y Pausini, salvando el excepcional caso de Jovanotti, ese rapero de la farándula que exhala talento.Mario Tronco, un conocido compositor popular italiano, con el amparo de la asociación Apollo 11 (http://www.apolloundici.it/), una asociación cultural que decidió salvar el viejo cinema Apollo de transformarse en una sala Bingo, un verdadero fenómeno del vicio por el juego en Roma.

Junto a Tronco, Agostino Ferrente dedicó más de dos años a registrar la formación de la orquesta, un proceso caótico, aleatorio, cuesta arriba, pero exitoso. El resultado es una película que habla de muchas cosas, de varias lecturas. La más simple sería tomarla como el recuento de los sucesos que debieron sortear los músicos.

Una lectura más interesante, sin duda, es sobre la música como conjunción de lenguajes identitarios e inalienables del origen de cada persona, a la vez de cuestionar al documental como un mero formato de registro. Quizás lo más interesante es cómo se cultiva música fuera de cualquier “estilo” puro. Hay una intención política de reconocimiento a un mundo plural como un mundo más rico.

Yendo a lo musical, la orquesta reúne músicos de todas las latitudes, con diversos niveles de formación y experiencia, pero todos sumamente expresivos y generosos, e impecables en cada una de sus especialidades.

Interpretan desde Mambo de Machaguay hasta canciones tradicionales de la India, siempre fusionando las instrumentaciones utilizadas, pero respetando el espíritu original de cada composición.

También presenta temas originales, con deliciosos arreglos de Tronco, quien se nutre de todas las sonoridades a su alcance. Es importante mencionar que la denominación de orquesta no es caprichosa, pues su estructura, tanto de trabajo como de escena, contempla bloques instrumentales definidos, y conciertos con un sentido de obra unitaria. Claro está que esos bloques están intencionalmente dopados.

La sección de cuerdas además de violín, viola y chelo, cuenta con un violinista indio. El bloque de percusiones con batería y congas, pero también con djembe, cajón y tablas. Hay guitarra y contrabajo, pero también cítara y laúd.

En su formación hay músicos indios, húngaros, tunisios, italianos, franceses, gringos, senegaleses, y representantes latinoamericanos de Argentina, Brasil, Ecuador y Cuba.

Esta ecléctica formación sin duda no es casual, algunos podrán decir que es ficticia y artificiosa, pero el hecho es que refleja una realidad que en Europa viene gritando fuerte hace tiempo, como lo hizo en París hace algunos años la revolución de jóvenes árabes, o como el desborde inmigratorio de los nuevos comunitarios, rumanos y polacos, con pasaporte para ser gitanos.

La presión inmigratoria ha desbordado cualquier intento de control, conformando un escenario extremadamente difícil de comprender, incluso para los más tolerantes. Es allí donde este documental cobra su mayor fuerza, como medio de comprensión de una realidad tan inasible. Es el poder del arte que otrora hizo actuar a los más grandes músicos palestinos y judíos en una misma orquesta.

L’Orchestra di Piazza Vittorio actualmente gira por los más importantes festivales de Europa, en buena hora, esperamos que pronto visiten nuestros terruños.

“Mi idea de convivencia en el mundo como en una casa, está ligada al deseo. Que no es el amor, no tiene ese andamiaje blando y sin desgarros. El deseo es toda cosa que sacude, que muerde y obliga a salir, a andar, a hacer. No lograremos amarnos el uno al otro. Nos pisoteamos los pies hombres con mujeres, imagínense blancos con negros, ricos con pobres, indígenas y forasteros. Pero tenemos los deseos. Y es de estos que deberemos ocuparnos. No soportarnos, tolerarnos, ni tampoco amarnos, pero desearnos.”(De Elona Stancanelli y Lorenzo Pavolini del libro Prove d’Orchestra).

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