Al finalizar este fatídico año 2020 nos mueven y conmueven tantos sucesos que acontecieron a la velocidad de la luz, afectando a gran parte de la frágil humanidad. En este mismo convulsionado contexto, donde el actual gobierno estuvo a un tris de caer, por su ineptitud, siempre aparece la figura combativa de la mujer chilena de ayer, de hoy, y de siempre.
Esa misma mujer que a través de la historia nos ha dado lecciones de coraje, y valentía. Al extremo de sacrificar su vida por defender los intransables valores en toda sociedad civilizada: La libertad, la democracia y la paz
Lucila Godoy Alcayaga fue una de ellas, espejo prístino de dolor y tragedia, de lucha permanente ante la adversidad en los tiempos en que le tocó vivir y sufrir. Nada le fue fácil, por de pronto no nació en "cuna de oro", pero con su talento, constancia y fuerte carácter, alcanzó las estrellas.
Oriunda del Valle del Elqui, que cuando las constelaciones se conjugan, da a luz una poetisa capaz de enfrentarse ella sola a un Sócrates o Platón, quizás también hasta un poderoso Cervantes, simplemente con la genialidad de su ágil pluma.
A esta desconocida campesina de Vicuña, su tierra natal, no le permitieron ingresar a la Escuela Normal, para estudiar y ejercer de profesora, por el peligro que entrañaban sus avanzadas ideas. Título que posteriormente le otorgó la Universidad de Chile, en otro tardío reconocimiento a su vasta labor pedagógica.
En un país donde más de la mitad de la población no sabía leer ni escribir, como en el resto de su América morena, autoridades conservadoras la censuraron por escribir a los escasos 14 años artículos "revolucionarios" en diarios locales.
El doctor Jorge Palma señaló, proféticamente, "es el permanente chaqueteo de los y las chilenas" ante monumentos vivientes que nos causan admiración y prestigio más allá de nuestras alejadas fronteras.
Godoy Alcayaga, de la que ningún gobierno de su atesorada patria fue capaz de reconocer su enorme creatividad, sigue esperando que su poesía, y el canto a los niños y mujeres explotadas de Latinoamérica, sirvan para su liberación.
Lucila a temprana edad no pudo ir a recibir un premio que ganó, en los Juegos Florales el 22 de diciembre de 1914, en el Teatro Municipal de Santiago, por no tener la vestimenta adecuada: Un valiente poeta generoso leyó su presentación. Eran otros tiempos donde la figura valía mucho más, que el sentimiento de su prosa, la que denunciaba los piececitos de niños descalzos, azulados de frio.
Así nace la desdichada convertida en quien más tarde es Gabriela Mistral, la musa.
La acusaron de todo, para disminuirla, escarbando inútilmente en su vida íntima. Lucila fue apoyada y admirada sin subterfugios pequeños por reconocidos intelectuales del selecto mundo académico,
Olaya de Tomic, comadre y amiga, madrina de uno de sus hijos, la recibió en su casa, donde su padre embajador le abrió las puertas, para que su obra fuera conocida internacionalmente. José Vasconcelos, poeta y ministro de Educación de México, la invitó, a ser parte de la revolución educacional de ese país analfabeto, pero con tremendos talentos.
Miles de homenajes le brindaron a su despedida, "nadie es profeta en su tierra", señaló adolorida en más de una vez.
La postulación al Premio Nobel surgió gracias al impulso de una colega poeta, Ángela Velasco de Guayaquil, quien le escribió al presidente chileno Pedro Aguirre Cerda para patrocinar su candidatura en Estocolmo.
Lucila, aquella profesora odiada por sus escritos, tachada de comunista, al igual que el "cardenal del pueblo", Raúl Silva Henríquez, recibió el Premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1945. Como siempre Chile, su amado país, llegó tarde. Seis años después -en 1951- le otorgaron el Premio Nacional de Literatura, vergüenza nacional que nada podrá borrar.
Lucila la ignorada, abrió el camino para que Neftalí Reyes, el 21 de octubre de 1971, nos honrara con el segundo Nobel, dejando una huella permanente en que la poesía es parte de la idiosincrasia chilena.
Gabriela Mistral, hace 75 años fuiste la primera mujer chilena y latinoamericana que nos enalteciste como nación al recibir tan merecido y ambicionado galardón
Solo otra mujer chilena, Violeta Parra (la incomparable), podía despedirla con justos versos, que se cantaron en su memoria.
Hoy día de llorar en Chile /Por una causa penosa /Dios ha llamado a la Diosa /A su mansión tan sublime /de Sur a Norte se gime /se encienden todas las velas /para alumbrarle a Gabriela /La sombra que hoy es su mundo /Con sentimiento profundo /Yo le rezo en mi vihuela.
Ejemplo de humildad ante tanta fatalidad.
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