La Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción enfrenta una enorme crisis de confianza entre la administración y los músicos, llevándolos incluso a acciones legales de estos últimos en contra de la corporación cultural a cargo de la Orquesta. Ahora, la autoridad máxima del Teatro Municipal de Temuco que alberga a la Filarmónica de la ciudad se entera de su despido anunciado por el propio Alcalde en una entrevista radial.
Antofagasta, Rancagua, Valdivia, Copiapó, La Serena y Talca hacen o hicieron lo propio en términos de crisis. Estos son sólo algunos ejemplos que dan cuenta de las diversas maneras de entender la cultura, la administración y la gestión cultural, entre varias otras aristas alrededor de los problemas puramente musicales y que desgraciadamente la tribuna no siempre se entera.
El entorno y causa de toda esta catástrofe es más profundo de lo que pudiéramos analizar sobre los hechos particulares de cada caso. Por un lado el modelo de administración cultural es una rama del mismo modelo económico que guía los destinos de la patria, y que supone a la educación, la salud, las pensiones y en este caso la música como un bien de consumo, y por lo tanto sujeto a las variables que el mercado determina.
Y por otro lado, una institucionalidad cultural que cierra los ojos y calla su boca ante todos los ejemplos que podemos encontrar, no asumiendo su rol estatal en la protección de los derechos y deberes de sus ciudadanos, ni proponiendo una solución transversal al quehacer, en este caso musical, de nuestro país.
Vimos hace años el desmantelamiento de la Orquesta Filarmónica del Teatro Municipal de Santiago. Años antes, la casi desaparición de la Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción que administraba en la época la Corporación Cultural del Bío-Bío. Hace dos años la casi desaparición de la Orquesta Sinfónica Municipal de Copiapó. Ahora es el turno de Temuco.
Actualmente y referidos a la crisis y aparentemente injustificados despidos de músicos en la orquesta de Concepción, músicos y audiencias redactan sus opiniones en las redes sociales, solidarizando siempre con los instrumentistas, los que dicho sea de paso, en algunos casos ostentan sendas trayectorias artísticas avaladas por su actividad en instituciones de renombre internacional.
Al contrario y lamentablemente, no se lee en ninguna parte los descargos o contra argumentos de la contraparte. Sólo declaraciones que se caen sobre la marcha por los propios hechos. Por esto, es más difícil aún redondear siquiera una peregrina idea global del problema, y la misma autoridad contribuye con su silencio a reforzar el respaldo a los músicos por sobre a las medidas tomadas, por razonables que eventualmente estas hayan podido ser. Dicho sea de paso, la justicia ordinaria ya se ha pronunciado en favor de los músicos respecto de las razones de los despidos.
Un poco de historia. En 1956 un grupo de músicos crean el germen de lo que en 1958 se transformara en la Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción. Luego de un exitoso afianzamiento a nivel regional y nacional, y a pesar de lo anterior, las rectorías designadas por el dictador en los años ’80 se desentienden de la orquesta entregándola a la corporación cultural del Bío-Bío. Bajo esta administración la orquesta tocó fondo casi desapareciendo en los años `90.
El año 2004, la Universidad crea la Corporación Cultural Universidad de Concepción la que se hace cargo de la Orquesta salvándole la vida. Desde entonces ésta comienza una escalada exitosa en términos artísticos y administrativos que la llevaron a ser un modelo ejemplar en el país. Sin embargo, en los últimos años se ha desencadenado un desgaste del mismo modelo, llegando en estos días a la crisis que enfrenta a músicos y autoridades, sobre lo cual el auditor sólo ha podido acceder a las versiones de los músicos ante el lamentable silencio de la autoridad.
En el caso de Temuco, es la autoridad y su equipo de gestión la afectada, suponiendo que esto también llegará a las esferas inferiores en términos piramidales. La autoridad superior, en este caso la alcaldía y su consejo municipal, borran de un plumazo del equipo completo a cargo de la gestión del Teatro Municipal, afectando de paso el funcionamiento de la orquesta Filarmónica, y sin que haya trascendido un desgaste tanto en la gestión como en las relaciones, desentendiendo totalmente que en estos años, justamente el personal a cargo ha elevado tanto la calidad artística de sus elencos, como así también la calidad de la gestión del teatro más importante de la región, siendo un ejemplo para la comunidad cultural nacional.
Lamentablemente en este caso tampoco se conocen las razones que llevaron al consejo municipal y al alcalde a echar a sus subalternos. Sí se ha demostrado ya, que al menos el actuar para las notificaciones del despido ha sido totalmente fuera de la ley, y sin que medie algún argumento de público conocimiento como para entender la medida.
Un poco de historia. La Orquesta Filarmónica de Temuco inicia sus actividades en la década del ’30 bajo el nombre de Orquesta de Profesores. Integrada por aficionados entusiastas, la mayoría inmigrantes, se transformarían con los años en la Orquesta Filarmónica de Temuco. El año 2013 y bajo la administración de la desvinculada autoridad, recibe financiamiento del Estado, con lo que se supone la consolidación de su existencia para el futuro inmediato.
Por su parte, la autoridad estatal, que en su minuto creó un aplaudido programa de apoyo financiero para el desarrollo de orquestas regionales, ahora se pisa la cola al no insistir fuertemente en el traspaso de las ayudas financieras al ministerio de Hacienda e insistiendo en un modelo que es para cualquier analista, un programa a la “shilena”, pues se asignan los recursos por concurso anual y público, donde los concursantes son siempre los mismos y por lo tanto siempre ganan el aporte.
Pero no sea el caso, como sí lo fue hace algunos años, en que se declaró el concurso realmente abierto, generando la incertidumbre en algunas instituciones para quienes este aporte financiero es la base de su propia existencia y generando de paso la falsa expectativa en instituciones que hasta hoy esperan la ayuda del Estado. Dicho sea de paso que las orquestas de Concepción y Temuco reciben este aporte.
Me es difícil escribir estas líneas, pues los años me han llevado a relacionarme con casi todas las orquestas nacionales, tanto en mi calidad de compositor, como así también en algunos casos como director de orquesta. Tengo amistades personales con administradores y músicos. Pero a estas alturas, uno debe entender que hay cosas que trascienden los aspectos personales, pues el bien en cuestión es superior a todos nosotros.
En este caso, las orquestas como instituciones son un bien patrimonial que hay que resguardar. Por lo tanto, debemos ser capaces de dimensionar en qué medida nuestros aportes fueron, son o serán útiles, y por lo tanto reaccionar para seguir en nuestra línea de defensa del bien común y luchar para su desarrollo, o bien para tomar la determinación de dar un paso al costado cuando ya la defensa de aspectos que van más allá de la propia música se transforman en el centro de la atención.
La Universidad de Concepción es mi Alma Mater. Su orquesta ha contribuido enormemente a mi trayectoria creativa. No puedo sino tener palabras de agradecimiento para ellos. Lo propio con Temuco, con quienes he trabajado en varias oportunidades y para quienes también sólo tengo palabras de gratitud.
Sin embargo, silente he visto transcurrir los acontecimientos, esperando poder construirme una opinión sólida respecto de cada una de las crisis mencionadas con las versiones de todas las partes.
Más, a estas alturas en que los asuntos han aparecido en los medios más importantes nacionales, y en que las redes sociales han contribuido a internacionalizar los acontecimientos, creo que ya es tiempo en que se pronuncien todas las partes y se vislumbren soluciones de corto, mediano y largo plazo.
El creador necesita al intérprete y este traduce a sonidos reales las ideas del compositor para que el auditor disfrute. En esa cadena y tratándose de orquestas, hay un elemento esencial que se preocupa de que la cadena funcione, ese elemento es el administrador. Si cualquiera falla, todo se viene abajo.
Lamentablemente, y dada la realidad nacional, hay un elemento extra que no podemos evitar. El dueño del circo. Cualquier argumento por certero y razonable que sea está a la buena de dios, o sea del dueño.
Países que han entendido esto, han puesto como dueños a la sociedad, pero para eso es necesaria otra discusión, pues a estas alturas en Chile no está el horno para bollos (todavía). Sólo esperar que el dueño del circo tenga alguna sensibilidad musical. Pero parece que en buenos términos musicales los músicos estamos sonados.
Finalmente, sólo nos queda esperar que las crisis se solucionen a la brevedad, esperando que los argumentos que las generaron se sustenten en bases sólidas, y que tal como se ha desplegado ante la opinión pública una versión parcial de los hechos, las autoridades que están a cargo hagan sus descargos basados en argumentos que respalden sus actos, lo que a razón de los antecedentes actuales son simplemente deleznables.
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