Miguel Lawner, arquitecto de la Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU) recibió, en marzo de 1971, un llamado por el teléfono rojo de su institución: el Presidente Allende lo requería con urgencia. El encargo fue claro, edificar un recinto que pudiera albergar a la Conferencia de la UNCTAD. "En ese momento, nadie sabía en Chile lo que esa sigla implicaba", recuerda Lawner. Mucho menos, en qué terminaría convertido el edificio... y que sería un planta energética ya era ciencia ficción.
Pero la ficción terminó de derrumbarse el 17 de marzo de 2016, cuando un dron equipado con una cámara de TV enviaba al hall del GAM la señal de lo que se había construido en su techo y más aún, el rostro de uno de los trabajadores que había posibilitado el empeño, que fue minuciosamente interrogado por el ministro de Energía, Máximo Pacheco, que cada tanto miraba hacia las alturas indicando que dialogaba con el encascado trabajador.
Ese casco no era nuevo en el entorno. Miles de ellos fueron visualizados por entusiasmados chilenos que veían en los albores de los 70s cómo cada día crecía un poco más la sede de ese encuentro improbable. Finalmente, los vimos sentados en plena Alameda disfrutando, en mesas y bancas de madera, los tijerales de la construcción con las tan vigentes empanadas y vino tinto.
Terminada la reunión mundial, la obra pasó a ser el Centro Cultural Metropolitano Gabriela Mistral, caracterizado por estar inundado de obras de arte, creadas e instaladas durante la edificación por artistas visuales que recibían igual paga semanal que los obreros. Pero no sólo había arte en su espacio aéreos, plazoletas, puertas y vitrales.
También los cocineros del centro se daban maña para alimentar creativamente a centenares de chilenas y chilenos que concurrían a almorzar al que fuera el primer auto servicio de Santiago, dónde se alimentaba al público por bajo precio y abundante cultura.
No era casualidad entonces que entre esas filas de ciudadanos premunidos de bandejas plásticas se encontraran muchos de los trabajadores de Quimantú, editora industrial ubicada a escasas cuadras.
Se podría decir que fueron quienes por primera vez trajeron el sol al ahora GAM. En efecto, el nombre de la editora significa en mapudungun sol del saber: kimn antü.
Pasaron los años y con ellos las desgracias que asolaron al edificio: sede de la Junta Miliar de Gobierno y sus más deleznables oficinas anti cultura, como la DINACOS, dirección de comunicación social, que ejerció sin tapujos y con entusiasmo, primero la censura previa y luego, la "auto censura" de las esforzadas publicaciones disidentes a la dictadura. Después vino el incendio de 2006, que se llevó, en plan sahumerio, gran parte de las malas vibraciones que permanecían en el edificio.
Las buenas noticias sobrevinieron con el primer gobierno de la Presidenta Bachelet, que resolvió llamar a concurso de arquitectura. "Concursar es una fiesta", es frase favorita de Miguel Lawner, "veterano" de la UNCTAD III y de Isla Dawson. La pronunció con ocasión de la presentación de un libro de la Dirección de Arquitectura del MOP sobre proyectos emblemáticos que fueron concursados: la Plaza Sotomayor de Valparaíso; el edificio de correos en calle Balmaceda a un costado del Centro Cultural Estación Mapocho; el Museo de la Memoria en la cultural calle Matucana, y el Centro Cultural Gabriela Mistral.
Luego, se desarrolló el espacio que conocemos y que acaba de coronar su techo con paneles solares, en un intento de atrapar los esquivos rayos de sol en un Santiago contaminado. Igual, el ahorro energético se calcula en a lo menos un diez por ciento del gasto actual. Tan relevante es que el ministerio de Energía escogió este sitio para dar a conocer masivamente su plan de atiborrar de paneles y por ende, de energía limpia, a nuestro país.
Loable iniciativa, que contó con el respaldo del ministro de Cultura, el Directorio, los Ejecutivos y personal del GAM que observaron atónitos cómo el sueño de lograr recursos para la mantención de centros culturales comenzaba a hacerse realidad desde el fructífero diálogo que comienza a establecerse con el sol, el antú que también simboliza el próximo ministerio de las Culturas, testimonio necesario del carácter multicultural de Chile.
¿Tendría el Presidente Allende presente esa variable cuando nombró la editorial estatal fundada por su gobierno? No lo sabemos, pero sí que el sol -en su bautizo- y la energía en el "quimantusiasmo" de los trabajadores de los tres turnos ininterrumpidos con que volaban esas prensas, están en los fundamentos de esa millonaria productora de libros "al valor de una cajetilla de los cigarrillos más económicos".
Es que el sol y la cultura avanzan de la mano. Si no lo creen, recuerden el apagón cultural.
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