En 1987 el festival de coros universitarios se realizó en Santiago. Yo asistí como integrante del coro de cámara de la Universidad de Concepción. Coro tras coro aparecimos en los conciertos hasta que de repente le toca el turno al coro de estudiantes de la Universidad Católica de Santiago.
Un grupo desarmado en su aspecto, sin uniforme y dirigidos por un tipo loco vistiendo camisa y pantalones de mezclilla, se paseó desde la polifonía renacentista hasta un par de obras modernas pasando por Víctor Jara. El tipo loco era Víctor Alarcón.
Por esos años las protestas contra la dictadura eran ya cada vez más frecuentes, y por cierto las había en las cercanías al Campus Oriente de la PUC. Este coro loco, liderado por Vicho (como le decían a Víctor) aparecía entre las lacrimógenas a cantar, a interrumpir con el canto coral y hacer protesta de otra forma.
Ya en 1993, cuando me fui a vivir a Santiago, me acerqué a él para poder participar en su coro, el que ya en esas épocas no era de estudiantes, sino de ex estudiantes y que se transformó finalmente en el Coro Bellas Artes. Afortunadamente me aceptó y así comenzó una relación musical y de amistad que duró hasta ahora.
Entre giras, proyectos, penas y alegrías, la amistad fue cada vez más profunda. Nos acompañamos y levantamos mutuamente muchas veces tras los fracasos y nos celebramos otras tantas veces tras los éxitos.
Recuerdo una anécdota que refleja el espíritu de este hombre maravilloso. Había llegado él a vivir en un departamento y me invitó a cenar con un par de amigos más con quienes teníamos un club de Toby.
Pasadas las diez de la noche comenzamos a escuchar música y recuerdo le dije que bajara el volumen para no molestar a los vecinos. Entonces me dice que los vecinos no lo molestaban a él, pues en vísperas de la navidad anterior reclutó a los niños del condominio que jugaban en el estacionamiento y les enseñó dos o tres villancicos.
Luego les dijo que volvieran en la noche con sus padres y una vela. Pues bien, realizó un concierto sorpresa de navidad a los padres de esos niños. Desde entonces le decían el “profe” y le dejaban escuchar música tranquilamente.
Víctor me hizo uno de los regalos musicales más lindos que he recibido. Teníamos un pequeño espacio de tiempo para cantar en la Catedral de Colonia en Alemania. Entonces le pregunto qué íbamos a cantar, suponiendo yo algo del repertorio sacro renacentista que teníamos preparado. Me dice “vamos a cantar Tenebrae Factae Sunt” (una obra mía). Y así fue cantamos mi obra en esa magnífica estructura sacra.
Víctor Alarcón no estaba para cosas pequeñas. Creó y lideró el programa Crecer Cantando del Teatro Municipal llevando el canto coral a todo el país e incluso fuera de nuestras fronteras. Hizo cantar a cientos de miles de niños en toda Latinoamérica.
Creó Concerto Vocale, con quienes estaba ahora cantando todas las cantatas de Bach. Lideró el coro en la ceremonia de apertura de la puerta de Morandé 80 del Palacio de la Moneda, dirigió el coro en un concierto privado a todos los Presidentes de América en La Moneda, se le ocurrió cantar todos los oratorios de Haendel (yo recuerdo haber cantado al menos tres), cantamos a Bach en Alemania de la mejor manera y recibiendo magníficas críticas, y la lista sigue y es muy larga.
Su labor de director no sólo la realizó con los niños, es así que durante años dirigió un coro de la tercera edad, y tal como casi siempre realizó una gira con ellos, llegando a cantar a la capilla Sixtina en Roma.
Giras muchas y como he dicho, centenares de miles de cantantes de coro pasaron por su batuta. Batuta que no siendo brillante, suplía sus falencias con una musicalidad natural y una pasión por lo que hacía que lograba sobrepasar cualquier cosa.
Alguna vez, luego de pegarse en la cabeza con el diapasón para encontrar la nota como era su estilo (y que no siempre era la nota), cantamos en un homenaje a Atahualpa Yupanqui en Paris. Luego de nuestra presentación y totalmente fuera de programa, agarró una guitarra y cantó algunas zambas (fueron más de dos). Según él, lo que mejor sabía hacer era cantar zambas. Si bien es cierto que cantaba zambas de la mejor manera, no es menos cierto que en realidad lo que mejor sabía hacer era hacer cantar a la gente.
Deben ser muchas las anécdotas que no sólo yo recuerdo con él y que dan cuenta de lo que era como director, como cantante y como persona.
Y somos muchos que le debemos: cantantes para quienes siempre tuvo palabras de aliento e incluso contactos para ayudarlos en sus carreras; compositores que fuimos favorecidos con la interpretación de nuestras obras con sus coros; y por supuesto muchos directores de coro que pasaron por su batuta y sus clases.
Víctor Alarcón deja este mundo de manera muy repentina e inesperada, como si dentro de su desordenada agenda, que cambiada a cada rato, ésta fuera una más de las actividades que aparecían de sorpresa. Así, sin aviso y sin anestesia, simplemente se fue.
Víctor Alarcón fue profeta en su tierra. En su tierra patagónica y en su Chile. Víctor Alarcón no sólo les inculcó la música a las personas, sino que se metió en el corazón de ellas. Víctor Alarcón hizo cantar al mundo.
Muchos proyectos quedan truncos. Será entonces que quienes fuimos sus amigos o discípulos debemos tomar las riendas de sus ideas y continuarlas. Porque lo que hizo el Vicho no puede ni debe morir con él. Se fue él, pero nos queda en el corazón de cada uno su entusiasmo, su entrega, su valentía, su musicalidad y especialmente su espíritu.
La última vez que lo vi fue en 2015. Nos juntamos tres amigos (tres de los cuatro del club de Toby) antes de mi venida a Inglaterra. Hablamos de muchas cosas y de muchos proyectos para el futuro. Afortunadamente alcancé a darle un abrazo, a decirle un te quiero amigo mío, y a darle las gracias. Hablamos luego muchas veces por email, y hace poco que estuve en Chile, quedamos de juntarnos en la casa del mismo amigo. Lamentablemente él no pudo ir. Pero hablamos por teléfono. Le dije gracias, y te quiero.
Me cuesta mucho escribir estas líneas. Han sido un par de días de mucha pena y lamento no estar en Chile para acompañar sus restos, para acompañar a su familia y abrazar a tantos con quienes compartimos juntos.
Sólo me queda dedicar mi modesto homenaje y mis respetos a este hombre extraordinario que yo tengo la seguridad que ha sido el director de coros más importante que ha tenido Chile.
Finalmente un par de versos de una de las canciones que Víctor Alarcón, en su calidad de cantante, grabó en sus años de juventud con el conjunto puntarenense Patagonia 4.
Cuando un amigo se va
Queda un espacio vacío
Que no lo puede llenar
La llegada de otro amigo
Hasta la vista mi querido amigo.
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