Hoy 11 de julio la Organización de las Naciones Unidas conmemora el Día Mundial de la Población que este año, bajo el lema “Invertir en las adolescentes”, hace un llamado a empoderarlas, de manera que tomen decisiones informadas sobre su salud y sus vidas, evitando así el embarazo precoz, el maltrato y el matrimonio infantil, entre otros problemas.
En América Latina y el Caribe, las niñas y adolescentes viven a diario enfrentadas a sistemas de discriminación y exclusión vigentes en nuestras sociedades y que las llevan a desarrollarse en un entorno muy diferente al de los hombres por el solo hecho de ser mujeres y menores de edad.
En nuestra región, y en nuestro país, la inequidad existente en diversas esferas de la sociedad, se evidencia también entre las niñas y adolescentes, pues sus identidades y vivencias no son homogéneas: no es lo mismo vivir en una ciudad que en zonas rurales, o pertenecer a algún pueblo indígena o afro descendiente.
Esta situación provoca fenómenos como el abandono escolar y el embarazo a edades tempranas, los que profundizan la reproducción intergeneracional de la pobreza y la desigualdad en todas sus formas.
Un alto porcentaje de niñas que viven en áreas rurales y en situación de pobreza no asisten a la escuela y trabajan en quehaceres domésticos y de cuidado no remunerados. Esto conlleva dificultades explícitas para acceder a plataformas fundamentales para su autonomía, como la educación y el trabajo remunerado.
En Chile el 22% de la población infantil se encuentra bajo la línea de pobreza, según cifras 2015 del Observatorio de la Niñez y Adolescencia. Esto significa 8,4 puntos porcentuales por sobre el total nacional de pobreza (14,4%).
Las cifras se agudizan en el caso de regiones con alta ruralidad y población indígena, como La Araucanía y Bío-Bío, donde 1 de cada 3 niñas y niños es pobre.
El padecimiento de la pobreza y flagelos asociados a la situación de vulnerabilidad que padecen las niñas y adolescentes, como el matrimonio precoz y el embarazo a temprana edad, desencadenan a su vez otros graves problemas a los que se enfrentan, como la violencia de género.
Nuestro país ha materializado grandes avances y la Presidenta Michelle Bachelet ha puesto los derechos de niñas, niños y adolescentes en el centro de las políticas públicas de su gobierno, a través de su Política Nacional de Niñez y Adolescencia.
Según el último reporte del programa de Salud Integral de Adolescente del ministerio de Salud, en el año 2015 la tasa de natalidad en mujeres adolescentes entre 15 y 19 años fue de 46,3 por cada mil mujeres, lo que significó una disminución de cuatro puntos en comparación a 2012.
Sin embargo, el embarazo adolescente sigue develando la inequidad social del país: el 1,3% de los embarazos ocurren en Vitacura, mientras que en Cerro Navia la cifra aumenta al 22%.
Y si bien las políticas públicas han frenado cada vez más las cifras de deserción escolar producto del embarazo adolescente, la continuidad de estudios aún se ve mermada.
A esto se suman las alarmantes y persistentes cifras sobre la percepción adolescente de la violencia en la pareja y cómo aún cerca de 126 millones de niñas en todo el mundo creen que algunas veces se justifica que un hombre golpee a su pareja.
Es hora, no sólo de fortalecer las políticas de desarrollo con la igualdad de género en el centro, sino también y tan importante, de impulsar por fin un cambio concreto en los paradigmas de nuestra sociedad.
Porque una niña con acceso a una salud y educación de calidad, que conoce cuáles son sus derechos sexuales y reproductivos, es una niña empoderada. Y una niña empoderada es una mujer que podrá alcanzar su pleno potencial beneficiando directamente a las generaciones futuras.
En el Día Mundial de la Población, invito a repensar el presente y el futuro de niñas y adolescentes. Sólo así construiremos sociedades más prósperas.
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