El dictador desató una represión que llevó al régimen a una práctica permanente del terrorismo de Estado dentro del país, pero no se limitó a ello, también ejecutó acciones terroristas fuera de las fronteras nacionales, en colusión con los represores de Argentina, Paraguay, Brasil, Uruguay y Bolivia y llegó aún más lejos en su criminalidad, a Europa y Estados Unidos.
Esas acciones numerosas pero no casuales, fueron parte de un plan de perpetuación en el poder, realizados con el financiamiento y logística estatal, incluyendo los explosivos y la documentación falsificada para los desplazamientos de los agentes criminales y la ejecución de los asesinatos y/o atentados; tales operaciones solo pueden definirse como terrorismo internacional.
La Operación Cóndor, con las dictaduras del cono Sur, como lo ha ratificado el reciente fallo del magistrado Mario Carroza, tuvo el objetivo de secuestrar y eliminar físicamente a centenares de líderes y militantes de la izquierda, valiosos luchadores dispuestos a trabajar en su reorganización y a rehacer el tejido social de las fuerzas populares en Chile, regresando a la lucha antidictatorial.
Entre ellos fue apresado el líder estudiantil Juan Hernández de la Juventud Socialista y el dirigente del MIR Jorge Fuentes. De Argentina fueron traídos a Chile y están detenidos desaparecidos hasta hoy. La investigación del juez Carroza establece que fueron confinados en cárceles clandestinas, cruelmente torturados y asesinados.
Asimismo, ejecutó acciones terroristas selectivas como el asesinato del general Carlos Prats y su esposa Sofía Couthbert en Buenos Aíres, el crimen en Washington del ex canciller Orlando Letelier y su secretaria Ronni Moffit y el atentado contra el dirigente de la DC, ex Vicepresidente de la República, Bernardo Leighton y su esposa Ana Fresno, en Roma.
El objetivo fue asesinar a personas de muy singular relevancia nacional: un líder histórico de la Democracia Cristiana como Bernardo Leighton, ex ministro del Interior del Presidente Frei Montalva, también lo fue en los gobiernos de Arturo Alessandri y González Videla; diputado electo en Marzo de 1973, que llegado a Europa puso manos a la obra gigantesca y esencial de agrupar y unir a la oposición en el exilio.
Asimismo, la figura de Orlando Letelier tenía una especial significación, desde el Partido Socialista era una promisoria personalidad política, avalado por su paso en las carteras de Defensa y Relaciones Exteriores, así como, respaldado por su tenaz trabajo de solidaridad en Washington, su aporte al reencuentro de los demócratas era de alcance invaluable.
Por su parte, el ex Comandante en Jefe del Ejército, General Carlos Prats era para la dictadura una de aquellas voces preocupantes por su audiencia en las filas castrenses, donde se conocía su rectitud e inteligencia y cuya contribución a un acuerdo político o provisional que abriera camino al retorno de la democracia podría ser decisiva.
En consecuencia, siendo personeros tan diferentes es del todo posible encontrar un hilo conductor que explica los atentados en su contra, eran parte de aquellas escasas personalidades que estaban en condiciones de tejer la unidad, de dar pasos necesarios que permitieran una alternativa política al régimen dictatorial.
Así también, los jóvenes militantes que en el curso de la Operación Cóndor fueron ultimados tan vilmente, eran vidas preciosas de militantes abnegados dispuestos a ocupar un lugar en la lucha contra Pinochet, reemplazar a los miles que habían caído y reinstalar una fuerza de izquierda que fuera parte de la lucha contra la dictadura.
Todos son un ejemplo, por su decisión de contribuir a la brega en la clandestinidad o su rol en un amplio acuerdo de carácter nacional que desvelaba a Pinochet, por eso, ni en la élite económica que controlaba el régimen ni en el dictador, hubo escrúpulos ni titubeos y la DINA recibió las órdenes de ejecutar las acciones terroristas que les quitaran la vida.
No había nada más riesgoso para el dictador que la conjunción de la brega indoblegable de esos jóvenes luchadores y la unidad de los demócratas chilenos, allí residía la clave para que desalojarlo del poder fuera posible.
En días de tantos apetitos inconducentes, pugnas estériles y banales desencuentros, por Chile no hay que olvidarlo.
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