Estamos invitados al estreno de un documental en el SANFIC. “Haydée y el pez volador”. El documental cuenta la historia de aquella joven que conocí como paciente hace más de cuarenta años. Consultaba, porque presentaba cicatrices extensas que limitaban su accionar.
Entonces no me dio mayores antecedentes ni explicaciones. En esos años eso no se hacía. Estaba implícito. Se enseñaba como principio de seguridad “no cuente, no deje que le cuenten, no pregunte, no deje que le pregunten”
La intervinimos, eliminamos las secuelas físicas. Pero aquellas secuelas eran también un testimonio. Una prueba de lo que se había sufrido. Las documentamos y guardamos las pruebas para que el día que fueran necesarios, en cinco, diez, veinte años, estuvieran aportando a la demanda de justicia.
Me equivoqué, pasaron cuarenta años hasta que dos jóvenes detectives de la Policía de Investigaciones llegaran a mi consulta pidiendo que reconociera un protocolo operatorio que habían recuperado de una Clínica y era parte de su investigación.
Entonces volví a saber de Haydée. Me contaron del reportaje de Alejandra Matus y de la denuncia presentada por el abogado Vicente Bárzana, los que iniciaron un proceso que llevó a que el Juez Solís procesara a cuatro hechores. Reconocí el protocolo y les entregué las fotografías, que habían estado guardadas esos cuarenta años esperando cumplir su cometido.
Comentamos esta historia, los años que han pasado y la memoria, en el equipo. Una antigua colaboradora contó que ella, que es de una generación más joven, que nunca se había interesado en visitar el Museo de la Memoria, recientemente lo había hecho para que su hija, ya entrando a la vida adulta, supiera de la historia del país y pudiera comprenderlo.
Pero la motivación para visitarlo no le surgió en Chile. Había estado recientemente en Berlín. Como muchos recorrió calles y museos admirando la ciudad e inevitablemente se vio enfrentada a pequeñas placas que, en aceras, paredes, portales recuerdan a las víctimas de otros horrores. Contempló miles de fotografías que en el museo de la Gestapo muestran a millares de alemanes avivando las banderas y los líderes del nacionalsocialismo. Caminó sobres las caras de metal del museo del Holocausto. Entonces sintió que tenía que visitar muestro museo y mostrárselo a su hija.
Me alegré por ello. Recordé otras conversaciones con españoles, alemanes, argentinos respecto de lo importante de la memoria y de trasmitirla a las nuevas generaciones no sea que, como me dijera uno de ellos, algún día, por no hacerlo, tu hijo adulto, al enterarse te pregunte ¿por qué no me contaste? ¿por qué callaste? ¿es que fuiste cómplice? como aquellos que avivan las banderas en las fotografías de Berlín.
Este documental contribuye a la memoria.
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