El 27 de enero conmemoraremos el Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto, proclamado por Naciones Unidas para recordar a los 6 millones de judíos asesinados por el Régimen Nazi, un millón y medio de ellos, eran niños.
Es imposible entender un genocidio, imposible dimensionar a 6 millones de personas asesinadas.
Buchenwald, Auschwitz, Dachau, Mathausen, resuenan en nuestras mentes y recordamos las imágenes de miles de personas bajando de vagones de muerte, siendo clasificados, algunos llevados directamente a las cámaras de gas, otros a las barracas de campos inmisericordes. Cuerpos famélicos, sometidos a trabajos forzados o experimentos, muriendo de inanición, frío o tortura. También recordamos el humo de los hornos crematorios.
El conocido escritor Primo Levi describió de la siguiente manera el arribo al campo de exterminio. “Nos quitaron la ropa, los zapatos, y no nos dejaron siquiera nuestros cabellos. Pronto nos despojarán de nuestros nombres…”.
6 millones de judíos, es decir, dos de cada tres de los que vivían en Europa fueron asesinados por el Régimen Nazi. Pero fueron muchas más vidas: millones de eslavos, polacos, gitanos, discapacitados, Testigos de Jehová y homosexuales.
En 1938, durante la Conferencia de Evian convocada por el Presidente Roosevelt, en la que participaron 32 países, Hitler comentó que si dichas naciones estaban dispuestas a recibir judíos, él permitiría salir a esos “criminales”. Si cada uno de dichos países hubiese aceptado a sólo 17.000 judíos, todos los que vivían en Alemania y Austria se habrían salvado.
Lamentablemente las injusticias y la discriminación de esos años se mantienen hasta nuestros días. La intolerancia, está al acecho como una enfermedad que corroe a la sociedad. Nuestro deber como miembros de un pueblo que ha sido perseguido, es, junto con recordar y reivindicar nuestro pasado, estar alertas a toda expresión de injusticia social y cultural.
Lo anterior aplica especialmente a nuestro país como destino de miles de inmigrantes que buscan mejores horizontes, los que muchas veces son sujetos de abuso y discriminación.
No podemos repetir lo que ocurrió a los judíos cuando la comunidad internacional les dio la espalda. Queremos que en Chile recibamos fraternamente a quienes vienen, como lo hicieron nuestros abuelos, buscando un mejor porvenir.
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