Somos un Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Nacimos para contar el relato y guardar los testimonios de lo que sucedió en nuestra patria o si se quiere, con nuestra matria, entre los años 1973 y 1989, los años de la dictadura y también los años de lucha contra la dictadura.
Los años del terrorismo de Estado con la violación sistemática de los derechos humanos, pero también los años cuando, desde la gente, desde la sociedad civil, desde los movimientos sociales, se defendieron estos derechos gravemente conculcados.
Este mandato del Museo se apoya en los principios de las Naciones Unidas contra la impunidad, ¿qué dicen? El conocimiento por su pueblo de la historia de su opresión forma parte de su patrimonio; el Estado está obligado, por el deber de recordar, a preservar los archivos y otras pruebas relativas a las violaciones de los derechos humanos; el fin de estas medidas es salvar del olvido la memoria colectiva e impedir que surjan tesis revisionistas y negacionistas.
Me gustaría decirlo con toda claridad. La misión del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos se encuentra protegida por Naciones Unidas, toda vez que el deber de recordar es uno de los principios contra la impunidad aprobados por la Comisión de los DDHH de la ONU el año 2005.
Por la memoria, contra el olvido, es la tarea orientadora de este Museo. Porque, ¿qué pasa si olvido? No hay verdad, no hay justicia, no hay reparación. ¿Qué pasa si olvido? Se impone la impunidad.
Se olvida que nunca en democracia es aceptable dar un golpe de Estado para resolver los antagonismos políticos.
Se olvida, como lo describe el general Carlos Prats premonitoriamente en su diario personal, el mismo 11 de septiembre, tal como puede leerse en las letras de neón de su memorial, “medito en los miles de conciudadanos que perderán sus propias vidas o la de sus seres queridos; en los sufrimientos de los que serán encarcelados y vejados; en el dolor de tantas víctimas del odio; en la desesperación de los que perderán su trabajo; en la desolación de los desamparados y perseguidos y en la tragedia íntima de los que perderán su dignidad”.
El Nunca Más nos dice que esta memoria no puede olvidarse. El Estado tiene el deber de recordar, pero el derecho a la memoria le pertenece a la gente.
Y por cierto, si somos ciudadanas y ciudadanos de la memoria y los derechos humanos, como lo somos, estamos llamados a participar en el rescate de las memorias reprimidas, ocultas u olvidadas. La memoria es un derecho humano, de las personas, las comunidades y los pueblos.
He recibido un recado confidencial sobre ello, al mundo lo reencantan todas las culturas o no lo reencanta ninguna.
En este aniversario anunciamos que el año 2018 el Museo lo dedicará a la memoria de los pueblos indígenas. Pueblos distintos con derechos inherentes. Nosotros no somos los portavoces de nuestros hermanos indígenas. Ellos son los protagonistas de su historia y sus memorias. Pero nosotros somos solidarios, somos ciudadanas y ciudadanos de la memoria.
Y por ello podemos decir que las puertas de este Museo, que sus archivos, que sus salas de exposiciones están abiertas para contar sus historias, para el relato de sus memorias.
Y es que la consecuencia ética de haber luchado por los derechos humanos en el tiempo de la dictadura es seguir haciéndolo en el tiempo de la democracia. Y es que la verdadera revolución del siglo XXI es la revolución de los derechos humanos.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado