Durante las últimas semanas la atención con respecto a la situación carcelaria en nuestro país ha estado centrada en las abultadas pensiones que han recibido distintas personas de Gendarmería, entre ellas la ex señora del diputado Andrade.
Este grave problema destapó una olla que hace tiempo venía cocinándose, gendarmería está convertida en una caja de favores políticos, con irregularidades y mal uso de recursos. Una preocupante realidad si se contrasta con las reiteradas presiones por aumentar la calidad y dignidad de nuestras cárceles y un mayor foco en la reinserción y rehabilitación.
La negación ya es conocida, no hay plata. Cosa para nada creíble con este nivel de irregularidades.
En momentos donde las encuestas sitúan a la delincuencia como la primera prioridad nacional, las respuestas de los políticos sólo están centradas en las penas a las que deben someterse los infractores de la ley, y no se hacen cargo del problema previo.
Para poder empezar a solucionar el problema de delincuencia que afecta a millones de chilenos, hay que partir por dar oportunidades de rehabilitación y reinserción a las personas que delinquen por primera vez, para que el paso por la cárcel sea sólo una breve estadía con una función aleccionadora y rehabilitadora, y no en un doctorado del delito, como es hoy en día.
Es destacable, por ejemplo, el esfuerzo del Programa Cimientos de la Cámara Chilena de la Construcción que ha buscado emplear a personas que han estado privadas de libertad, pero aún es insuficiente porque no hay una política nacional de rehabilitación y reinserción.
Más grave aún es que en la Reforma Laboral recientemente discutida no haya existido ninguna alusión a la capacitación, que tanta falta hace en las cárceles chilenas, para poder brindar herramientas prácticas a los miles de reclusos que claman por una nueva posibilidad de reinsertarse en la sociedad y dejar atrás el pasado de segregación, vulnerabilidad y falta de oportunidades.
Diversos estudios indican que las tasas de reincidencia en nuestro país son altísimas, lo que provoca que sean pocas personas las que cometen muchos delitos. Son realidades donde los reincidentes se encuentran sin salidas alternativas lo que combinado con una situación de desesperación es la receta perfecta para volver a delinquir.
Esta triste realidad, sin embargo, abre un espacio, el cual requiere voluntad política para fijar prioridades y trabajar en conjunto con la sociedad civil, dando oportunidades laborales a quienes han cumplido su pena o se encuentran en libertad condicional. Sumado a esto, la gran mayoría de la población penal son personas que han desertado de la educación escolar, que provienen de poblaciones con altos niveles de violencia y segregación, y con un extendido consumo y tráfico de drogas.Tenemos un patrón muy claro que nos dice dónde tenemos que poner el foco para evitar que se siga desarrollando este espiral del delito.
Si queremos realmente hacernos cargo del problema debemos buscar dar oportunidades a los que se han equivocado para que tengamos personadas privadas de libertad, pero no de dignidad.
Este camino requiere voluntad política y un cambio cultural respecto a cómo entendemos la realidad de estar privado de libertad, sin embargo es algo que vale la pena emprender. Como decía Dostoyevsky “el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos”.
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