El lunes pasado, la directora del Servicio Nacional de Menores, SENAME, dio a conocer la triste cifra de niños, niñas y jóvenes muertos durante los últimos once años, mientras estaban bajo la responsabilidad de este servicio del Estado.
El hecho en sí es penoso, y la gran cantidad de personas que han muerto en este tiempo, debiera llevarnos a escandalizarnos como sociedad, y preguntarnos por qué hemos permitido esta vulneración de derechos.
La directora del SENAME reconoció su dolor no sólo por los más de 800 fallecidos, sino por el hecho de haberse demorado dos meses en obtener esta macabra cifra, lo cual permite inferir el lamentable estado de este Servicio que está al cuidado de los niños y niñas más vulnerables.
Me parece que esta situación refleja una vez más la forma de actuar de nosotros como sociedad frente a una problemática social.Declaramos intencionalidades, redactamos leyes, las aprobamos, y damos por superado el asunto, sabiendo que las cosas no funcionan bien.
Una vez más, la situación ha tenido que llegar a un nivel crítico para que surjan los cuestionamientos y las voluntades para “ahora sí hacernos cargo del problema”.
A los chilenos nos cuesta mucho hacer las cosas bien, no podemos anticiparnos a los hechos, y tenemos esa lógica de “arreglar las cosas en el camino”, que nos hace muy mal.
Todos sabíamos, hace décadas, lo mal que funciona el SENAME, se sabía que los menores que recibe son cada vez más complicados, que se requiere de equipos multidisciplinarios para dar una atención profesional rehabilitadora. Se sabe que es una atención compleja y cara.
Los diagnósticos hace tiempo que están hechos, las experiencias exitosas de trabajo con niños, niñas y jóvenes en condición de vulnerabilidad existen en Chile y en el extranjero. Contamos con profesionales capacitados, con equipos técnicos y con metodologías. ¿Qué falta entonces? La voluntad política de implementar estos programas como debe hacerse.
En el Chile de hoy, en el que el tema de la igualdad al acceso de oportunidades no se discute, ya no hay excusas para no hacernos cargo de la infancia.
Es hora de que seamos algo más coherentes como país, entre lo que declaramos y lo que hacemos. En 1990 ratificamos la convención de los derechos del niño, y es hora de que cumplamos.
Lamentablemente estamos en tiempo de campañas políticas, por lo que se corre el riesgo de que nuevamente el tema de la protección y restitución de derechos de los niños y niñas se trate livianamente, a base de titulares y promesas facilistas.
Lo que supimos el lunes fue escandaloso, una vergüenza para el país, y debería movilizarnos para exigirnos a respetar los derechos fundamentales de todo niño y niña que viva en Chile. No da para más.
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