En el despertar de consciencia que tanto se pregona, quien verdaderamente hace esfuerzos por alcanzarlo sabe que conlleva emerjan a la luz las propias faltas, las caídas en tentación, el mal uso del poder o la fuerza, las omisiones e indiferencias, es parte del camino, un proceso doloroso pero indispensable para el desarrollo esencial humano.
En este momento planetario, parece ser que cada vez son más las personas que, desde la insatisfacción esencial, el dolor o sufrimiento, han logrado trascenderlo y hacerse cargo de sus vidas con sentido renovado gracias a haberse encontrado con herramientas para expandir su capacidad para establecer un contacto más genuino consigo mismos, un registro ampliado y profundizado de lo real que rodea, un enriquecimiento significativo de su comprensión acerca de qué se trata estar vivos, resignificando la existencia, modificando las prioridades y accediendo a mayor plenitud y felicidad, pese a haber vivido momentos críticos de confusión y caos.
Parece ser también que se ha alcanzado una suficiente masa crítica que, tras ese despertar, reconoce la necesidad e importancia del servicio y se ocupa de activar intenciones planetarias o locales para apoyar los procesos de transformación evolutiva de la humanidad y el planeta todo.
En ese contexto esencial y metafísico resulta esperable ocurra un impacto a nivel colectivo en la convivencia social. Aparecen cada vez con más claridad y detalle las muestras de podredumbre u obscuridad instaladas de manera soterrada e incluso maliciosa y descarada en los espacios considerados de poder que sostienen el modelo dominante.
Ese modelo que ha grabado a fuego la falsa idea de que la felicidad se alcanza en el gozo y el tener posesiones materiales, pervirtiendo el valor del dinero y la comodidad como un fin en sí mismo y no como manifestación virtuosa de la abundancia espiritual por merecimiento.
Frente a la avalancha de noticias que dan cuenta de la debacle de la ética y la corruptela, es menester resistir para no caer en la desesperanza ni en el odio. Es menester, además, que sigamos interesados y focalizados en purificar y rectificar cada vez más profundamente nuestras propias corrupciones internas, contribuyendo a la irradiación de vibraciones más sutiles y conscientes que cuánticamente contribuyen al despertar social y a la instalación de una convivencia basada en el respeto, el bien común, la armonía, el amor al prójimo, la fe y la humildad.
El momento es delicado, es verdaderamente necesario intensificar la práctica que cada cual sostiene para permanecer en consciencia expandida, como estrategia para salir del caos instalando un nuevo y evolutivo orden, evitando el reacomodo de las mismas piezas degastadas en un cambio aparente que no sea tal y que nos pueda llevar a acumular mayor tensión que luego explote en un caos de mayor envergadura que obligue a efectivamente transmutar de lo oscuro hacia la luz, pues la transformación evolutiva no es posible detenerla y acontecerá lo que haya de acontecer para su materialización definitiva.
El llamado es a no perdernos ni en la desesperanza ni en sintonizar con bajas vibraciones de rabia u odio, y ocupar nuestras fuerzas en el propio perfeccionamiento virtuoso, aportando a la masa crítica que permitirá el salto cuántico que toca a la humanidad, al planeta y todos los reinos que lo habitan.
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