Chile, el peor enemigo de la minería

" Sólo se beneficia de los elogios aquél que valora las críticas”.Heinrich Heine.

Momentos de dulce y agraz vive Chile en la toma de sus propias decisiones. Por un lado se encuentra su minería, potente y robusta, de clase mundial, mientras que por otro, la angustia de no dar con soluciones a problemáticas que arrastra desde hace más de 30 años, esos mismos obstáculos que le han hecho perder competitividad en el escenario internacional.

Pero acá no es tema al parecer. Chile no entiende que si bien es el primer productor de cobre en el mundo, su minería requiere de apoyo y de una urgente solución a sus problemas, a los asuntos que impiden su desarrollo y detienen sus avances.

Los políticos, gobiernos y sociedad la miran como una gorda vaca lechera, creyendo que el cobre o los demás minerales jamás se agotarán, los dan por hecho o incluso actúan como si no existieran, una indiferencia que transforma al país en el peor enemigo de su principal actividad.

Si en la actualidad Chile se ha vuelto en el conspirador más grande de su propia minería es debido a los altos costos de energía, la falta de políticas públicas, los últimos fallos judiciales y otros profundos factores.

Es necesario señalar primero que tenemos el 30 por ciento de las reservas mundiales de cobre y aun así no somos capaces de planificar su extracción con sentido país.

Nunca se ha pensado siquiera en instalar fábricas para producir bienes de capital y mejorar la cadena de valor, puesto que se insiste en que no es negocio o que sencillamente su utilidad es muy pequeña. Sin embargo, si tales afirmaciones fueran correctas significaría que grandes productores de bienes de capital como Finlandia, Suecia o incluso Alemania están equivocados, lo que a la luz de sus resultados, se trataría de una suposición bastante pobre.

Gritamos eufóricos en todo foro y congreso existente, la cartera de inversiones planificada para el sector minero, que suma cerca de US$104.000 millones, pero la realidad es que a la minería le falta energía y la poca que hay es cara, cerca de 12 cUS$/kwh, equivalente al doble de lo que vale en Perú. Una consecuencia queda a la vista, que el costo de desalar el agua del océano sube literalmente a las nubes -en caso de faenas a tres mil metros sobre el nivel del mar- debido a la energía que debe utilizarse. En otras palabras, el agua y energía hacen inviables los proyectos.

Otra traba mayor es el -impensado por muchos- efecto dominó tras los fallos de tribunales que paralizaron los megaproyectos de El Morro, Cerro Casale, expansión Salvador, Santo Domingo e Inca de Oro, por nombrar algunos, un hito negativo que ahora detiene inversiones por cerca de US$ 30.000 millones en el rubro.

Todo, dado que los tres poderes del Estado han cometido errores al rechazar las centrales Castilla (2.100mw), Barrancones (540mw) y Punta Alcalde (740mw), generando un complejo escenario eléctrico.

¿Qué hacen los tribunales de justicia opinando acerca de proyectos técnicos bien conceptualizados?

Mineros o no, lo grave acá es que perdemos todos, ya que el Estado deja de ganar por recaudación de impuestos, alrededor de US$1.050 millones anuales. Con este fallo al inversionista le da temor y, con justa razón, pierde confianza. Al menos, la esperanza para subsanar este serio asunto se encuentra en la instauración de tribunales ambientales.

Qué decir de la reputación perdida como marca país tras la bochornosa licitación del litio y su posterior anulación. Se hipoteca seriedad y credibilidad, cosa que se demuestra al observar que sólo tres postores aparecieron para una operación tan mal manejada.

Lo concreto además es que el país como plataforma de negocios ha dejado de ser atractivo no sólo por la “judicialización”, sino además por temas de infraestructura, estímulos, voluntad y visión. Faltan puertos y caminos, un mejor y más moderno DL 600 de Inversión Extranjera, una política minera moderna que interprete y desarrolle los nuevos desafíos en un mundo cada vez más competitivo y global.

No hay incentivos para la exploración geológica y desde hace medio siglo que no surgen instrumentos de fomento. El escenario de hecho para un inversionista chileno llega a ser tragicómico con el dilema perverso de tener que formar una empresa en el extranjero para traer los capitales desde allá, por el DL 600. No hay ventajas para los verdaderos creativos de la minería, los chilenos, que con su ingenio han concretado algunas de las mayores innovaciones de la industria.

La indiferencia endémica de la sociedad, que da por sentada la minería y su existencia, se refleja también en la falta de mano de obra calificada para la industria, y con la que hay no es posible satisfacer la demanda.

A decir verdad se necesitan 45 mil personas para la minería de aquí al 2020 (otros connotados calculan incluso más), de los cuales 20 mil corresponden a técnicos y profesionales. Podemos traer talentos de otras industrias, expertos en sus disciplinas, pero la capacitación por el momento debe correr por nosotros. Queda al descubierto una ausencia de planificación que ha llevado ahora a una improvisación estratégica, reaccionando tarde en lugar de dirigirse a través de cuidadosos planes.

Cuesta no saltar de un tema a otro para graficar esta relación entre Chile y su minería, en la que viven juntas sin conocerse, al mismo tiempo que el mundo político muestra una ignorancia abismante respecto a los problemas y el quehacer de la actividad.

Son ellos los llamados a legislar y las discusiones son muchas: modernización de las instituciones del Estado y la Ley de Seguridad Minera, disminución de la burocracia, regularización de la industria del reciclaje y manejo de pasivos ambientales, como también buscar la solución de la extracción del litio, que es propiedad del país.

Por lo pronto es urgente darle un nuevo impulso y mayor alcance a la ENAMI para fomentar otros metales y así dejar de ser casi un mono productor de cobre, lo que constituye un riesgo estructural para la economía chilena. Resulta imperativo abrir compras para el fierro, oro, plata, manganeso y otros no metálicos.

La pequeña y mediana minería son las que descubren grandes yacimientos y aportan innovaciones a costa de pura dedicación e ingenio. Allí se encuentra una llave y si se planifica bien pueden convertirse en sectores altamente competitivos, ya que así podrán transar en la Bolsa, en el mercado de capitales.

La minería chilena es tan obstinada como sus mineros. Es dura, resiste, prevalece y vive otra jornada.

Claro, porque independiente de si por miles de factores los proyectos se postergan, las metas se atrasan y la participación en el mercado internacional del cobre disminuye de un 37 a un 31,7 por ciento del 2004 hasta la fecha, Chile todavía encabeza la producción del mineral a nivel mundial.

La pregunta sin embargo es otra: ¿hasta cuándo podrá seguir aguantando con un país que sinceramente le da la espalda?

"La Tierra ofrece lo suficiente como para satisfacer lo que cada hombre necesita, pero no para lo que cada hombre codicia".Mahatma Gandhi.

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