El colaborador primero, siempre (sobre todo de cara a un 2025 desafiante)

Hace unas semanas, Walmart, el mayor empleador privado de Estados Unidos, frenó algunas de sus iniciativas en materia de diversidad, equidad e inclusión (DEI, por su sigla en inglés). Esto, principalmente, por presiones políticas y de activistas conservadores en ese país. Con esta decisión, la cadena de retail se une a Harley-Davidson y Tractor Supply Co., entre otras empresas, que en los últimos dos años han revisado o retrocedido en sus programas DEI, apoyo a desfiles del Día del Orgullo y eventos LGBTQ, estrategias para frenar el cambio climático y otras políticas sociales.

Sería fácil rasgar vestiduras aprobando o rechazando la decisión de Walmart, pero no estoy al interior de esa organización como para conocer el detalle de sus decisiones, por lo que sería frívolo de mi parte juzgar una medida así sin todos los antecedentes sobre la mesa. Pero sí puedo hacer referencia a lo que conozco dada mi experiencia respecto a lo que implica una estrategia de sostenibilidad, más allá de acciones que responden a hechos contingentes y que en determinada época y/o lugar son populares.

Para empezar, un antecedente: Una investigación del Boston Consulting Group basada en datos de más de 27.000 colaboradores en 16 países, señala que las iniciativas de DEI han demostrado reducir la rotación de personas e incrementar la motivación; "las empresas que se alejan de sus compromisos con la diversidad podrían estar en conflicto con sus propios empleados y perjudicar las estrategias de retención de talento", se indica.

Como empresas en Chile y el mundo, ¿realmente queremos desarmar o retroceder en lo que hayamos construido en el ámbito del desarrollo organizacional y responsabilidad social? En Estados Unidos, el sitio de búsqueda de empleos Glassdoor señala que una ola de abandonos de puestos de trabajo "está en el horizonte" como posible tendencia 2025; esto, después de que los empleados hayan pasado meses, o incluso años, incluida la pandemia, estancados en un trabajo que les brinda poca satisfacción.

Cuando una empresa toma decisiones que parecen retroceder en materias como diversidad, equidad e inclusión, el impacto no se limita al ámbito reputacional o externo. Estas decisiones pueden alterar profundamente la percepción interna de los equipos, quienes hoy buscan organizaciones que no solo proclamen valores, sino que los vivan. Y en Chile el panorama no es distinto.

Lo que una marca hace para hacerse cargo de su impacto en economía, sociedad y medioambiente debería responder a una mirada integral, lo que por supuesto pone delante de la fila a sus propios colaboradores, existiendo aquí el desafío, y sobre todo la oportunidad, para enfrentar un contexto complejo y desafiante para 2025. Las marcas no pueden ya sólo hablar de sostenibilidad, deben incorporarla como parte esencial de su estrategia, de la mano del propósito. Una iniciativa de sostenibilidad no es una estrategia, ni siquiera un programa de inclusión lo es por sí solo.

Los colaboradores esperan que las marcas asuman compromisos claros y coherentes con su propósito. Según estudios que hemos realizado en Almabrands, y también desde otros externos, los colaboradores se sienten más motivados y comprometidos cuando perciben que trabajan para organizaciones con una visión que trasciende lo económico. Tanto los consumidores como los equipos internos valoran profundamente las acciones responsables y auténticas.

Entonces, no debemos perder de vista que los compromisos sociales y ambientales son también una estrategia de negocio. Más allá de las modas o presiones externas, actuar de manera sostenible es fundamental para construir relaciones de largo plazo con todos los grupos de interés: colaboradores, clientes, comunidades e inversionistas. No se trata de gestos simbólicos, sino de decisiones estratégicas que potencien la resiliencia y la relevancia de las empresas frente a un futuro lleno de incertidumbres.

Las empresas chilenas tienen una gran oportunidad para liderar con convicción en estos temas, haciendo de la sostenibilidad y la diversidad una ventaja competitiva. No se trata solo de responder al corto plazo con iniciativas bien evaluadas, sino de construir organizaciones capaces de sostenerse en el tiempo, con una base sólida de propósito y compromiso sostenibles. Es hora de tomar decisiones audaces y de avanzar con una visión integral, donde las palabras y las acciones estén siempre alineadas y sobre todo, donde las segundas pesen más que las primeras.

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