El mejor deseo de Año Nuevo, fin a la cultura del abuso

Qué duda cabe, más que dormidos los y las chilenas resistíamos estoicamente. Frente a nuestros ojos, desde hace décadas, desfilaban tremendas injusticias, colusiones, concentración demencial de los mercados, alzas desmedidas de los servicios básicos, bajos sueldos, miserables pensiones, precarización laboral, una salud y educación pública indignas, corrupción en la política, la justicia, las iglesias y en las fuerzas armadas y de orden.

Se suma, una elite gobernante totalmente desagregada del bien común; una  mercantilización excesiva de nuestra vida cotidiana, un endeudamiento agobiante y un sinfín de evidencias que son tan grandes, que finalmente nada pudo detener a una ciudadanía harta de portazos en la cara, de gobernantes impertinentes e incompetentes sordos y mudos frente al desplome de un modelo instalado y adorado por quienes hoy representan a un puñado de familias, que se llevan gran parte de nuestras riquezas y han agudizado la desigualdad en nuestro país.

Una nación cautelada por una tecnocracia que la encabezan un séquito de economistas irresponsables, que no advirtieron y que, con todo desdén y desidia, tampoco no escucharon todas las veces que se les señaló insistentemente que esto iba para tragedia.  

De esta cultura del abuso, las MiPymes, somos testigos y víctimas, progresiva y sostenidamente pese a nuestros esfuerzos. Desde la vuelta a la democracia hemos  visto cómo vamos perdiendo, día tras día, participación de mercado y por ende una mermada incidencia en el PIB. 

Según cifras ofíciales del ministerio de Economía y el Servicio de Impuestos Internos, las MiPymes generamos más del 50% del empleo, sin embargo no vendemos más allá del 13% de ese total. Más dramático es si desagregamos las cifras, las micros y pequeñas empresas (MIPES) son el 96% de las empresas y apenas tienen el 6,5 % del mercado, algo insólito a nivel mundial y otra de las características del “jaguaresco y ejemplar modelo económico chileno”. 

Con esta alta concentración económica, ¿Cómo se podrían haber generado mejores empleos?

¿Cómo se podría haber tenido mejores sueldos?

¿Cómo se podría haber invertido, innovado o aumentado la baja productividad de las pequeñas empresas? 

En definitiva, ¿cómo se desarrollaba un sector tan gravitante en la vida económica, política y cultural del país? Son algunas de las preguntas que se hacen en el mundo, a la luz de estas lapidarias cifras, ¿Cómo este estallido no se produjo antes? 

Sin duda lo que han vivido las MiPymes desde el 18 de octubre, ha dejado al descubierto que el dolor de nuestro sector es más profundo, sistémico y estructural, y que ello claramente radica en el modelo económico y en su exacerbada concentración, agudizada en democracia y combustible para una profunda inequidad y desestabilización social.  

Los tecnócratas y la casta de políticos que concomitó por décadas con esto, no quisieron ni escuchar ni entender que Chile, no se podría ni se podrá desarrollar jamás, sino considera a sus micro, pequeñas y medianas empresas. 

Por lo tanto, en un nuevo pacto social y político se debe reconstruir a las MiPymes, debemos estar en el centro del nuevo Chile. Hoy urge tomar medidas de shock, tales como reprogramación de deudas financieras, laborales y tributarias, además de planes efectivos de fomento y empleo. En una mirada de largo plazo, se debe delinear y realizar cambios estructurales a la sociedad política y económica del país, que efectivamente desarrolle una economía con verdadera y justa competencia, que acabe con la falacia de los economistas neoliberales que pontificaron una mentada libertad económica, de baja o nula participación de mercado. 

Hoy por sanidad y justicia, se hace necesario más que nunca impugnar y dejar de manifiesto que la desidia de políticos y tecnócratas, fue de una irresponsabilidad mayúscula que nos tiene metidos en un gigantesco estallido social que no se aplaca con “agendas menores”, porque de algo estamos seguras y seguros las chilenas y chilenos: a la “normalidad” pre-18 de octubre no volvemos nunca más.   

Desgraciadamente los cambios de modelos, duelen y mucho, de eso tenemos evidencias de sobra en la historia de la humanidad, seguramente el desempleo, cierre de empresas y otros costos serán inevitables para construir un nuevo Chile.

Sin embargo, la ciudadanía y sus MiPymes, se han dado cuenta a cabalidad, que aquí hubo un saqueo permanente y sostenido a la inmensa mayoría del país, la tragedia de las MiPymes no nació el 18 de octubre del 2019, ahí sólo se terminó de constatar lo que fueron décadas de una asfixiante pesadilla. 

Sin duda, necesitaremos  grandes gestos y alta capacidad política que nos garantice la legitimidad de una convención constituyente, que ha trastabillado y que, por lo visto, en el parlamento estos últimos días, aún no camina a paso firme.

Ahora nos queda observar si esta estocada hirió de muerte a la cultura del abuso o si logrará sobrevivir y seguir reinando un tiempo más, ojalá sea lo primero, por nosotros, por nuestros hijos, adultos mayores y por el más de un millón de diezmadas micros, pequeñas y medianas empresas, que han resistido hasta la saciedad tan profunda injusticia.

¡¡Francamente nos  merecemos un nuevo Chile!!

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