La actitud del Gobierno, de desconocer la realidad o bien disfrazarla, ya es una conducta patológica. Ocurre ante cada crisis o situación compleja que tiene que enfrentar, como ha sido sistemáticamente en materia de seguridad pública.
Ahora lo están haciendo en el ámbito laboral, donde La Moneda ha desechado las alertas levantadas por el reconocido economista dedicado a este tema David Bravo, quien advirtió que Chile atraviesa una emergencia ante la incapacidad de la economía nacional de generar nuevos puestos de empleo que no sean los vinculados al sector público. Los niveles de informalidad laboral están hoy en torno al 30%, pero en regiones como La Araucanía, la que represento, este indicador llega al 40%; es decir, casi la mitad de los trabajos no son formales.
Si estos datos no son considerados una emergencia laboral, ¿qué más debiese suceder para que así lo asuma el Ejecutivo? Un país en que el sector privado no tiene la capacidad de crear empleos es el síntoma más claro de que la marcha de la economía no va bien. Esto es el resultado de una década perdida en materia de crecimiento, y así como vamos, los especialistas advierten que el próximo decenio irá por el mismo derrotero.
Se trata de un rendimiento mediocre, y aquellos que gobiernan hoy nos quieren convencer de que es normal y que no hay problema. Una falacia total, entre otros aspectos porque mientras el Gobierno busca insistir con una reforma previsional que mantiene un componente de reparto que ha fracasado en todos los países donde se ha aplicado, aumentando, de paso, el costo a las ya atribuladas finanzas de las empresas, especialmente las pymes, no logra comprender que eso no tendrá ningún efecto real ante la gran cantidad de personas que no está cotizando porque tiene un empleo informal o derechamente no tiene trabajo.
Las anteojeras ideológicas de esta administración le impiden apreciar la magnitud de este drama para cientos de miles de familias chilenas, que ven un presente y un futuro incierto ante una economía que no es capaz de ofrecerle oportunidades, porque hay quienes no consideran que el sector privado sea un motor de desarrollo y quieren reemplazarlo por un Estado ineficiente y anquilosado.
Se trata de una maniobra perversa, porque los mismos que impulsan políticas públicas para dinamitar el sistema de libre mercado y emprendimiento, luego responsabilizan al mercado de todos los males, ofreciendo como receta, la peor de todas: que el Estado sustituya al sector privado.
En concreto, ellos mismos originan el daño al modelo en el que no creen, para posteriormente ofrecer una solución que sólo beneficia a aquellos que han transformado al Estado en una agencia de empleos que les garantiza a ellos un buen pasar.
Una economía que no crece, que no atrae inversión, que no es competitiva, entre otras razones, porque tiene un sistema tributario que ahuyenta a las empresas debido a los altos impuestos que deben pagar, nos alejará cada vez más del desarrollo y de la posibilidad de brindarle a la mayoría de los ciudadanos una mejor calidad de vida, alimentando con ello más frustración y desesperanza.
Es evidente que se requiere un cambio de rumbo pronunciado, pero eso no ocurrirá con quienes nos gobiernan actualmente. Por eso, aquellos que estamos en la oposición hoy, tenemos la enorme responsabilidad de comenzar a preparar desde ya el programa que nos saque de este marasmo y que convoque a una gran mayoría de chilenos, para que juntos recuperemos nuestro país y volvemos a ponernos de pie pese al apagón de los últimos años.
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