He esperado varios días para ver como espectador interesado en el tema un intercambio de fundamentos entre quienes promueven el cuarto retiro de fondos previsionales y quienes consideran que no se debiera continuar con esta política pública.
Encuentro unos, pero no otros. Es un debate unilateral, porque aparecen economistas de las más diversas tendencias advirtiendo que esta mala política pública va a causar sólo perjuicios futuros y los defensores y promotores no hablan más que de las necesidades de la gente.
De un lado hay -como lo expuso largamente el Banco Central- cifras, estudios, proyecciones, gráficos y del otro, nada parecido. Sólo las necesidades de la gente. Las reales necesidades que se tuvieron en consideración para el primer retiro hoy no están presentes y eso se refleja en que gran parte de los siguientes retiros han ido principalmente a cuentas corrientes (23 mil millones de dólares más en julio respecto de julio del año pasado) y a consumo de bienes que no son de primera necesidad.
Es la mejor demostración de que detrás de esto no están precisamente esas necesidades, sino un afán desmesurado por sintonizar con una parte de la población que quiere su dinero ahora porque ya la convencieron de que es suyo o porque, muchas veces con razón, lo que tiene ahorrado le va a alcanzar apenas para caer dentro de la pensión solidaria.
Es más fácil decirle a una persona "mire, yo soy un buen diputado porque me preocupo por usted y como me preocupo por usted, entonces estoy empujando esta ley para usted pueda sacar sus milloncitos y gastarlos en lo que quiera. Yo le estoy permitiendo sacar esta platita". La expectativa es que eso atraiga votos.
Pero frente a este beneficio transitorio para las personas, que no sólo hace que vean reducidos sus ahorros, sino que hay un perjuicio serio a la economía del país, que tarde o temprano va a terminar afectando a esas mismas personas. Nada más regresivo que inflación y alzas de tasas de interés.
Como estos impulsores del cuarto retiro no están "ni ahí" con los fundamentos macroeconómicos, se hace caso omiso de advertencias como que en una economía que se está recuperando y ya sin confinamientos, no se debiera seguir promoviendo el consumo de bienes durables (como ha ocurrido en estos meses), porque no hay oferta suficiente. Si alguien compra un auto nuevo, no sólo va a tener que esperar hasta tres meses a que llegue, sino que lo va encontrar más caro, debido al alza del dólar, que también está afectado por la incertidumbre y desconfianza que generan estas medidas.
Como hay mucha demanda y poca oferta, estamos sumando a la inflación importada una buena cuota de inflación local. Hay millones de chilenos que no saben qué es la inflación y cuánto daño puede causar en sus vidas, especialmente la de los más pobres. Una consecuencia concreta: la unidad de fomento, con la que se pagan los dividendos hipotecarios, muchos colegios, planes de salud y otros servicios, ya superó los 30.000 pesos. Y eso es sólo reflejo de mayor inflación.
Cuando se discuta el cuarto retiro en el hemiciclo de la Cámara de Diputados podremos ver apasionados discursos defendiendo el derecho de las personas a hacer uso de su dinero, porque millones de chilenos lo necesitan porque están sufriendo. Y hasta podríamos escuchar de nuevo las descalificaciones a quienes se han opuesto, como las que se hicieron al presidente del Banco Central luego de que presentara un contundente informe -elaborado por un grupo de selectos economistas que trabajan ahí- para concluir que este es el momento de comenzar a ordenar las finanzas públicas y privadas para salir exitosamente de la crisis económica más profunda vivida por el país desde los años '80.
Pero es evidente de detrás del proyecto no está el bienestar de la gente, que debe ser el objetivo de todo servidor público. Lamentablemente, se ve cada vez más clara la intención de obtener votos para continuar sentado en el hemiciclo.
También hay una intención de acabar con las AFP, como ya lo transparentó un diputado. Pero no hay propuestas concretas de cómo hacerlo, de qué pasará con los actuales pensionados o quienes están a punto de jubilarse si estas administradoras cierran sus puertas, quién se va a hacer cargo de los fondos que queden y cómo van a ser administrados, qué pasará con quienes están a punto de jubilarse y están evaluando si hacerlo por retiro programado o renta vitalicia, dónde empiezan a cotizar los jóvenes si no saben si aquella institución seguirá existiendo.
Ya es evidencia concreta que el sistema comenzó a entregar bajas pensiones. Pero modificarlo no ha estado precisamente en la prioridad política, porque han pasado años sin abordar con decisión una necesaria reforma profunda al sistema previsional. A estas alturas, un big bang de las AFP podría originar una crisis financiera de insospechadas consecuencias.
En esa discusión llegó la pandemia, se abrió la puerta de los retiros y partió el ciclo de elecciones. Ahí ya no valen los fundamentos técnicos, los gráficos, los números, los modelos econométricos, ni la experiencia de la historia de crisis. Ahí sólo predomina el cálculo electoral y a los técnicos, mejor guardarlos en un ropero o callarles la boca diciéndoles que no saben nada de economía a escala humana. ¿Y después? Bueno, después ahí veremos qué se hace, cuando ya hayamos contado los votos.
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