Las incógnitas que dejó el Central

La reciente presentación que realizó el Banco Central ante el Senado clarificó varias incertidumbres, pero dejó algunas incógnitas. Con frecuencia se le critica porque plantea opiniones con posterioridad a lo que “el mercado” está asegurando anticipadamente; no podría ser de otra forma, porque tiene la responsabilidad de orientar a los interesados sobre el estado de la economía con sobriedad, a diferencia de aquellos que intentan adivinar el futuro con la esperanza de poder vender con éxito sus predicciones.

Los antecedentes que entregó el Central justifican la reducción del crecimiento que había previsto meses antes y coincide con los datos de la mayoría de los especialistas, ya que se basan en el lento crecimiento del consumo y la reducción de la inversión.

El análisis que realiza sobre la inflación futura es acertado ya que predice que confluirá en los próximos meses hacia el 3% deseado. A pesar de las presiones de los monetaristas extremos, que opinan que debería seguir incrementando la tasa de política monetaria (TPM), no parece aconsejable en una economía que se ha estado desacelerando. No resulta sólido el argumento que la TPM ha resultado negativa en términos reales durante los últimos meses, en circunstancias que no ha merecido críticas la proyección del Central que la inflación confluirá pronto hacia su rango meta.

La mantención de la TPM en 3,5% en abril es un acierto, porque es una variable que incide en el nivel y estructura de las tasas de interés de todo el sistema financiero y en el costo del crédito.

La política cambiaria

La debilidad de la política del Banco Central se encuentra en su política cambiaria. Las pronunciadas oscilaciones del tipo de cambio no se pueden justificar en la dependencia del país del precio del cobre y en la importancia de las exportaciones a China.

La entidad se defiende argumentando que, en promedio, su cotización se mantiene dentro de la tendencia de largo plazo que ha tenido en el pasado. Sin embargo, cuando ha oscilado entre $466 por dólar en abril de 2013 y hasta $730 en enero de 2016, no hay posibilidad que los inversionistas hagan proyecciones sobre su comportamiento de largo plazo, en que se funda la rentabilidad prevista de sus proyectos y, por lo tanto, el volumen de sus inversiones. Estas oscilaciones extremas de la paridad cambiaria explican el estancamiento de las exportaciones chilenas, incluso si no se considera el cobre. Un tipo de cambio elevado es muy importante para dinamizar las ventas al exterior.

Las variaciones del tipo de cambio no pueden ser resueltas recurriendo a los mercados de futuro, por su debilidad para plazos tan prolongados, lo cual llevaría a un alto  costo.

Una intervención del Central para atenuar las oscilaciones de corto plazo es necesaria y es su responsabilidad, pues su papel no es solo mantener la inflación en niveles moderados, sino también la estabilidad financiera, como lo establece su ley orgánica. 

Además, tiene los instrumentos para actuar, como lo establece la misma ley en numerosos artículos relativos a sus atribuciones en materia de cambios internacionales; incluso en su artículo 49, N°2 tiene la posibilidad de establecer encajes para operaciones en moneda extranjera. El país no puede quedar a merced de los flujos desestabilizadores de corto plazo desde el exterior, especialmente en una situación de inestabilidad financiera mundial como la actual, que afecta a los países pequeños.

Las reservas internacionales del Central están muy lejos de ser excesivas. Aún más, han tenido una reducción desde US$ 41.650 millones en diciembre de 2012 a menos de US$ 40.000 actuales. Una acumulación transitoria de mayores reservas se justifica para evitar no solo oscilaciones de corto plazo del tipo de cambio, sino una mayor estabilidad en el mediano plazo. Es una variable demasiado importante para que el Banco Central se centre exclusivamente en su meta de inflación.

Situación fiscal

Otro tema en discusión es el incremento del endeudamiento fiscal. En el año 2015 el gasto fiscal creció el 7,4% y en el presente año el presupuesto se aprobó con un incremento adicional del 4,2%. Sin embargo, el ministro de Hacienda encabezó un recorte de alrededor de US$ 500 millones con el objetivo de intentar acercarse a la meta gubernamental que busca reducir el déficit. Por otra parte, algunas estimaciones señalan que la recaudación tributaria sería mayor que la estimada en el presupuesto, gracias a la reforma tributaria, en especial el rendimiento del tributo a la renta.

Alcanzar la meta prevista al comienzo del actual Gobierno ha sido reclamada por varios políticos y economistas de orientación neoliberal, en cuya consideración siempre está presente el principio ideológico que el Estado debe ser lo más pequeño posible y cuyo gasto “le quita espacio al sector privado”.

Sin embargo, los objetivos gubernamentales fueron planteados en un cuadro económico diferente, tanto en la situación externa como una evolución de la economía interna, más favorable que la prevista en la actualidad. Invocar su cumplimiento tiene escaso sentido en un escenario de desaceleración.

Los programas presidenciales plantean metas deseables y una buena gestión de Gobierno se muestra en la capacidad de adaptarse a circunstancias imprevistas, no en creer que son sacrosantos, siempre que se mantenga la orientación fundamental con que se eligió el Gobierno. Por lo tanto, pensar en un segundo recorte presupuestario en el futuro próximo solo ayudaría a un menor crecimiento del PIB, y es solo compatible con las posturas neoliberales más puristas.

También hay que considerar que la reforma tributaria entregará recursos crecientes al Fisco en los próximos dos años.

Por otra parte, es necesario reasignar recursos de algunos programas en ejecución. Por ejemplo, no tiene sentido estar canalizando recursos hacia la gratuidad universal de la Educación Superior, que favorece a algunos de los segmentos más privilegiados de la sociedad, cuando se podrían destinar a la Educación Pre escolar y básica, a estudiantes de sectores de muy bajo ingreso familiar. Los atrasos  en la construcción de recintos hospitalarios pueden atenuarse mediante concesiones privadas que reemplacen a los recursos públicos.

De esa forma, las políticas macroeconómicas pueden seguir teniendo un papel reactivador de la producción.

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