Mayo: Volver a la centralidad del trabajo

En el mes de los trabajadores y trabajadoras es central pensar en el trabajo como eje de la sociedad. El trabajo, en su condición remunerada y no remunerada, ocupa la mayoría de nuestro tiempo y dedicación. El trabajo es la actividad que habilita y posibilita la producción y reproducción de bienes y servicios en un ciclo virtuoso, en el cual el interés central es que las sociedades vivan de forma adecuada. El trabajo debiera ser una instancia de creatividad y colaboración en un escenario en el cual se persigan objetivos colectivos para sostener la vida en comunidad.

En el ideal de una sociedad sin clases, el trabajo es el motor de los procesos sociales. Se busca colaborar en las diversas actividades que sostienen las sociedades y así avanzar en mejoras estructurales para todas las personas. Se pensaba que el avance del trabajo y de las ideas humanas iban a llevarnos a un estadio evolutivo en el cual los tiempos de trabajo se vieran reducidos y todas las personas pudieran dedicarse a los oficios que desarrollaran distintas dimensiones de sus capacidades desde el disfrute, sin poner solo énfasis en la producción. Promoviendo así, modelos societales basados en cubrir las necesidades vitales en armonía.

Este ideal de una sociedad de colaboración a través de las tareas vinculadas al trabajo se vuelve solo ilusión al observar que en el periodo actual del modelo de acumulación ha habido un incremento sostenido de la desigualdad, de la explotación, de la concentración de capital y del poder. Las fuerzas vitales expresadas en el trabajo son acaparadas y subsumidas en procesos que solo favorecen a quienes son dueños de todo, hasta de las vidas de la clase trabajadora.

Este proceso de barbarie basado en la sobre explotación, devastación de territorio y precarización de todos los aspectos de la vida se entiende cuando se concibe el trabajo como un nudo central en las relaciones de poder. Es en el trabajo donde emergen los conflictos, donde cobra sentido la recuperación por los tiempos, mejores condiciones de vida, ingresos suficientes y procesos productivos sostenibles. La aceleración de la depredación, de la explotación y la vulnerabilidad de todas las dimensiones de la vida, es parte de un proceso que busca priorizar la riqueza de unos pocos, por sobre la vida de los y las trabajadoras que producen esa riqueza. Son los y las trabajadoras quienes tienen la tarea histórica de reequilibrar las fuerzas y conformar espacios colectivos que enfrenten al capital en su interés devastador.

En este mayo saludamos a quienes día a día emprenden la dura tarea de pensar en una sociedad que no se base en la explotación de unos sobre otros, reconocemos a quienes no se han doblegado ante la asfixia de la vida cotidiana que busca fragmentarnos cada día más, fraternizamos con quienes se levantan con la esperanza de la transformación de las condiciones de vida, empatizamos con quienes asumen la tarea construir otros mundos posibles ante un desierto de nuevas propuestas. Confiamos en la fuerza colectiva y en la sabiduría de la clase trabajadora y los procesos lentos de organización.

Hoy día, es importante darle centralidad al trabajo y a quienes lo sostienen. Volver a pensar a los y las trabajadoras como sujetos centrales en los procesos emancipatorios de las clases populares y construir día a día un futuro que nos pertenezca.

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