Como muchos de nosotros, he visitado ciudades que nacieron al ritmo de la industria de la minería y he visto cómo su sello es posible de identificar entre calles, plazas, arquitectura y barrios. La minería, no solo mueve la economía de nuestro país, representando más de 10% del PIB Nacional, también mueve los espacios urbanos, creando pueblos y ciudades donde familias construyen su vida y su identidad.
Habiendo celebrado el pasado 10 de agosto, un nuevo Día de la Minería, reflexionar y reconocer de parte del legado que ha significado esta industria, más allá de lo económico se hace necesario. Antofagasta, Calama, Copiapó, las ciudades más conocidas; y Chañaral, Diego de Almagro, Sierra Gorda otras menos nombradas, no serían lo que son sin la fuerza de esta industria. Pero la historia no termina cuando se extrae el último mineral. Allí comienza un desafío que no siempre es asumido con la misma energía: cómo acompañar a esas ciudades para que sigan vivas, dinámicas y sostenibles después de la explotación minera.
Ese momento -el "día después" de la minería- no tiene por qué ser una historia de declive. Puede ser una oportunidad para diversificar la economía, reconvertir el talento local, modernizar infraestructura y recuperar espacios que hoy están subutilizados o afectados. La tecnología, la innovación urbana y la planificación inteligente nos dan herramientas para que esa transición sea ordenada y pensada con las personas en el centro.
Como mujer profesional que ha trabajado estos últimos 10 años en el desarrollo de ciudades inteligentes a lo largo de nuestro país, estoy convencida que el verdadero legado de la minería no se mide sólo en toneladas exportadas o en infraestructura construida; debe medirse también en la capacidad de dejar comunidades preparadas para prosperar en un nuevo ciclo, con industrias alternativas, que recojan la esencia del territorio, servicios de calidad, empleos dignos y un entorno saludable que de una base para conservar y atraer nuevos talentos sin comprometer los recursos para nuevas generaciones.
Si la minería fue capaz de construir ciudades desde cero, la invitación es a ser parte de su evolución hacia el futuro. Y ahí, la alianza entre industria, gobiernos, academia y ciudadanía es clave: no como una formalidad, sino como una estrategia para que esas ciudades sigan siendo hogar, orgullo y motor de vida para sus habitantes.
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