Obras Públicas, externalidades e irritación

Martes en la mañana. Un taco producido por una máquina con cuatro operarios en Avenida Alcalde Délano me obliga a tener mucho, mucho tiempo para pensar en la gran cantidad de obras públicas urbanas que existe en Chile, especialmente en reparaciones de calles, ampliación de avenidas, nuevas conexiones y repavimentación.

Sin duda, cuando se terminan, son un gran progreso para la ciudad, pero el problema es justamente ese, cuando se terminan, lo que ocurre en un incierto y distante futuro.

Me queda la impresión que siguen la consigna “metas y no plazos”, o que quienes encargan y ejecutan los trabajos creen en el principio de Trotsky, la revolución permanente.

Creo que todos observamos con cierto estupor, la enorme ineficiencia en la planificación y ejecución, lo que introduce muchos problemas en la vida diaria de peatones y quienes viajan en vehículos motorizados, por la demora excesiva y la falta absoluta de preocupación por quienes transitamos por esos lugares.

Queda la impresión que las fallas de programación son un problema nacional, a veces rayano en la irracionalidad y que se observa en Santiago, Concepción, Viña del Mar, y muchas otras ciudades.

Cuántas veces hemos visto que una calle recién pavimentada vuelve a romperse por una cuadrilla que va a reconectar una cañería, lo que no fue considerado en la obra inicial.

¿Cuál es el valor que deberíamos asignar al tiempo perdido o a la contaminación generada por la congestión vehicular, en trabajos que parecen interminables?

¿Por qué se labora en las horas de mayor tráfico y no en las noches? En serio ¿les gusta que se produzcan tacos e incomodidades?

A modo de ejemplo en Santiago: los desvíos carecen de buenas señalización e iluminación, lo que produce accidentes, que agravan la congestión.

Lleva más de dos años sin terminarse la conexión de Costanera Norte con El Conquistador y  túnel San Cristóbal, sin que se observe especial apuro, como  trabajo nocturno.

Lo mismo ocurre con los arreglos, ampliaciones, desarreglos y repavimentación de Vicuña Mackenna, ¿por qué esas obras no se hacen de una vez y lo más rápido posible?

Ha sido una idea genial reparar José Miguel de la Barra, frente al Museo de Bellas Artes, en invierno, agregando la guinda de la torta, como es iniciar trabajos en Miraflores, a la misma altura, lo que “facilita” enormemente cruzar el centro de Santiago hacia el norte.

En este caso, debo decir que la argumentación respecto a que se perderían los recursos si se dejaba esa obra para el verano me dejó perplejo, al constatar una vez más que la burocracia tiende a la parálisis y a desarrollar una pro actividad cercana a cero.

Como decía mi madre, lo barato siempre sale caro, en este caso, en el costo adicional de tiempo, irritación, pérdida de productividad y accidentes.

Es mucho mayor el costo que el ahorro que se puede generar, si  una obra usa técnicas más baratas, con turnos menos extensos (trabajando sólo de día), en definitiva, eternizándose.

Necesitamos mucha más transparencia respecto a los plazos de los trabajos, razones de los atrasos, costos, etc., porque es la única manera de hacer que los responsables rindan cuentas a los afectados, sobre estas serias dificultades para la vida normal.

Una buena penalización sería obligar a quienes encargan esas obras y a los ejecutivos de las firmas que las ejecutan, a transitar obligadamente por esas calles en las horas punta, al menos dos veces al día.

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