Una de las expresiones más comentadas por la opinión pública y, por cierto, por el sector educacional fue la del ministro Marco Antonio Ávila, quien expresó la necesidad de un cambio paradigmático en la educación chilena. Para ello hizo algunas especificaciones, como aumentar la flexibilidad, centrarse mas en los niños, niñas y jóvenes, acentuar ciertos objetivos, preocuparse de la afectividad, etc., a lo cual, muchos fueron agregando sus propias definiciones y/o cuestionamientos.
Recogiendo todo lo que ha sucedido hasta el momento y las reacciones ante todo cambio, por pequeño que sea, pareciera que en definitiva muchos no quisieran ninguna variación, lo que difiere de todo el movimiento internacional y nacional al respecto. Después de todo, lo que hemos experimentando: deshumanización, estallidos sociales, pandemia del Covid-19, cambio climático, revoluciones tecnológicas (algunas que incluso nos asustan por sus consecuencias, como la inteligencia artificial), es imposible que la educación mundial siga igual.
La Unesco ha estado trabajando con otras organizaciones este cambio necesario. Una de sus recientes publicaciones, "Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación" (2022), expresa en su introducción: "La humanidad y el planeta Tierra están amenazados. La pandemia, sólo ha servido para demostrar nuestra fragilidad y nuestra interconexión. Ahora es necesario actuar urgentemente, de forma conjunta, para cambiar el rumbo y reimaginar nuestros futuros".
Posteriormente, en Latinoamérica se han realizado encuentros de ministros de Educación (junio 2022, Buenos Aires) y diversos foros, pero casi todo sigue igual en aquellos países preocupados de problemas no menos importantes como son la reactivación educativa y el rezago de los aprendizajes. Poco se avanza en la construcción de la nueva educación que hay que realizar para poder abordar los serios problemas que estamos viviendo. De esta forma, se podrían formar generaciones de seres humanos mejor habilitados para desarrollar sociedades donde el bienestar integral, la inclusión, el conocimiento profundo, las oportunidades, y por qué no, la felicidad, sean posibles para todos.
Ya hay una amplia bibliografía, desde las neurociencias a la filosofía, ofreciendo insumos para este cambio paradigmático que debe salir de la visión simplista de la sociedad para asumir la complejidad o como señala E. Morín (2003): "La complejidad no es una receta para conocer lo inesperado. Pero nos vuelve prudentes, atentos, no nos deja dormirnos en la mecánica y la trivialidad aparente de los determinismos".
Precisamente, ese es uno de los enfoques de este cambio de paradigma en el que aún se mantiene nuestra educación: gran control de ciertos aprendizajes, desconfianza de los profesionales de la educación y de sus comunidades educativas, pautas y protocolos excesivos para todo, en el fondo, mas trabas que ayudas, y en toda esta maraña normativa, se nos pierden los niños/as y jóvenes, y el pensar y reimaginar una educación diferente que necesitamos urgentemente.
Ojalá el Ministerio de Educación y la sociedad en su conjunto recojan este clamor mundial por una nueva educación; el modelo determinista y homogeneizante de la desconfianza, fracasó. Necesitamos volver a confiar en los seres humanos para una mejor sociedad y una tierra sana y acogedora.
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