Tras una intensa discusión, en el Congreso se aprobó la suspensión voluntaria de la Evaluación Docente para este año. Esta determinación nos lleva a reflexionar en torno a la cuestión de cómo nuestro sistema educativo es una de las áreas más evaluadas en la sociedad chilena. Exceptuando la profesión médica, ninguna otra es sometida a este escrutinio permanente que, dicho sea de paso, representa una -llamémosla- inversión millonaria para el erario nacional.
Esta sobre-evaluación comienza tempranamente: de acuerdo a la actual Ley de Sistema de Desarrollo Docente, los y las estudiantes de Pedagogía deben rendir dos evaluaciones diagnósticas, la primera aplicada por la universidad al inicio de la carrera, y la segunda durante los 12 meses que anteceden al último año de la carrera.
Al ingresar al mundo laboral e iniciar la carrera docente, un profesor o profesora del sistema público se evaluará cada 4 años para ser "calificado" en uno de los 4 niveles de desempeño: destacado, competente, básico e insatisfactorio, además de poder optar a la categoría de experto, pero eso sí, sometiéndose nuevamente a otra evaluación de conocimientos específicos y pedagógicos.
A lo anterior podemos agregar que las escuelas también se evalúan y se clasifican. De hecho, la Agencia de Calidad las evalúa tanto en los logros de aprendizaje, indicadores de desarrollo personal y social y el desempeño en la gestión, para poder orientarlas en su quehacer institucional y pedagógico e informar a la comunidad escolar de estos procesos. Las categorías de desempeño que resultan de esta evaluación clasifica a los establecimientos en desempeño Alto, Medio, Medio-Bajo e Insuficiente.
También se evalúan a las/os estudiantes a través de las pruebas estandarizadas del Simce, que informan sobre los niveles de aprendizaje en Lenguaje y Comunicación (Comprensión de Lectura y Escritura), Matemática, Ciencias Naturales; Historia, Geografía y Ciencias Sociales e Inglés. A partir de 2013 se aplican pruebas censales para estudiantes de 6° básico con discapacidad sensorial. Durante el mes de noviembre de 2022 las evaluaciones se realizarán de manera presencial para los cuartos básicos, y para los segundos medios.
Los resultados de estas pruebas están, en la cabeza de todos/as, relacionados con la calidad de los aprendizajes de las y los alumnos y, por consecuencia, del trabajo de enseñanza que realizan sus profesoras y profesores en las salas de clases. Los y las docentes son así, nuevamente, escrutados debido a estos resultados. No cabe duda que nuestro país destina mucho dinero para la evaluación en educación: a docentes, a escuelas y a estudiantes. Y tampoco que esta información es de gran utilidad para el propio sistema y su mejora. Sin embargo, el exceso de información puede llegar a saturarlo a tal punto que se vuelva "ruido" que perturbe la buena emisión y recepción del mensaje que se quiere transmitir por muy importante que sea este.
Desde el punto de vista del profesorado, las escuelas y los equipos directivos, cabe preguntarse ¿cuánto tiempo requieren para analizar e incorporar este volumen de información a su quehacer? Esta cantidad y frecuencia de evaluaciones y diagnóstico puede, a la manera que lo señalaba Paracelso, convertir el remedio en veneno por exceso de la dosis.
Este escenario de agobio va en desmedro del ejercicio docente que necesitamos y aspiramos en el sistema público de educación. Requerimos equilibrar los tiempos lectivos, de planificación y preparación, conocer a nuestros y nuestras estudiantes, elaborar planes y estrategias colectivas y colegiadas para enfrentar los problemas y desafíos, tanto los permanentes como la justicia en los resultados de aprendizaje y los nuevos como la salud mental y el clima social escolar, la convivencia y la resolución de conflictos de manera pacífica.
Finalmente, el sistema de evaluaciones, en particular las que sinérgicamente informan de una u otra manera sobre el quehacer del profesorado, no ha logrado mover la aguja porque no ha sido diseñado para alimentar la reflexión de la enseñanza. Si así hubiese sido, habría sido acompañado por recursos como el tiempo para analizar y entender dichos resultados, de financiamiento para realizar los cambios y las acciones remediales que se requieren como la compra de computadores para estudiantes y la conectividad de las escuelas, o la contratación de apoyos para el tema del agobio y la salud mental de la comunidad, los espacios y la infraestructura más amables para todos, etc.
¿Qué pasaría si todos esos recursos que se invierten en evaluar los ocupáramos en las soluciones que ya están más o menos clarificadas habida cuenta de toda la información que tenemos acumulada?
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