Resulta paradojal que a pesar de existir políticas públicas para la educación parvularia, institucionalidad, dispositivos normativos, currículo oficial, crecientes asignaciones presupuestarias -aún insuficientes-, además de múltiples estudios y experiencias, todavía no se comprenda del todo en qué consiste este nivel y qué puede esperarse de él.
Ejemplos para fundamentar este planteamiento hay muchos. Entre los primeros, resulta incomprensible que en documentos tan importantes como la Agenda 2030 de Naciones Unidas, en el objetivo 4.2 se haya enfocado una vez más la educación de la primera infancia como un preparatorio para la educación básica, volviendo a concebirse como un nivel "preescolar", que es lo que ha llevado -entre otros- a su "sobreescolarización".
Este fenómeno ha llevado a prácticas limitantes y pasivas, donde no existe el enfoque del descubrimiento, de la creatividad, del juego, del protagonismo del niño y la niña que despliegan su maravilloso potencial.
Otra situación que refleja esta falta de comprensión es la permanente justificación instrumentalista para su ampliación de cobertura. Se señala que por cada dólar que se "gasta" se tiene una rentabilidad siete veces mayor, al evitarse otros problemas como la falta de atención de los párvulos; a la par, se expresa que favorece la economía al permitir que la madre trabaje al "cuidar" a los niños, volviéndose así al enfoque de "guardería".
Si bien es cierto, estos argumentos expresan algunos de los aportes concomitantes, el problema está en que no se considera que la educación parvularia es un derecho del niño y la niña desde que nace, permite en una forma intencionada y sistemática complementar la formación de la familia en función a desplegar sus potencialidades para favorecer un desarrollo pleno de la etapa en que se encuentra, acorde a los valores y cultura de la que es parte.
Por tanto, al ser un derecho no se tiene que dar una permanente "prueba de blancura", y la ampliación de su cobertura no es un "generoso" gesto que se realiza cuando se estime. Es obligación del Estado hacerla, como se efectuó con la Ley de Educación Primaria, con la diferencia que se puede impartir en la forma convencional (salas cunas, jardines infantiles, escuelas) o no formales, con programas en el hogar u otros lugares, utilizando una variedad de medios.
Por tanto, mientras el 100% de los niños y niñas en Chile no tengan algún tipo de educación parvularia y de calidad, estaremos atrasados en el cumplimiento de sus derechos, y no podemos vanagloriarnos de los avances, si no son una realidad para todos.
Todas las inteligencias deben ponerse de acuerdo para ampliar esta cobertura con mayor urgencia, resguardando la equidad de las alternativas y, por cierto, las cualidades que permiten aportar al gran propósito de este nivel.
La calidad en educación parvularia es compleja pero fundamental de favorecer, no se limita a algunos indicadores obvios de resguardo y de otros seleccionados instrumentalmente, sino que requiere que se instalen las condiciones internas y externas para que tenga lugar. Esto implica, entre las primeras, currículo potente, ratio adecuado (número de educadoras por niño), fortalecimiento docente continuo, liderazgo pedagógico, poner lo administrativo en función a lo educativo, etc.
Entre las externas están el favorecer condiciones sociales básicas generales que son esenciales. Ello significa mayor tiempo de la familia con los hijos; coherencia en el enfoque educativo, énfasis en la formación en valores, generación de ambientes saludables y por tanto de bienestar; valorización del juego y del ser infantil en cuanto a sus características, necesidades y fortalezas, entre otras.
Por tanto, la labor no es fácil y debiera constituirse en una política de Estado, y dejar de ser "campo de batalla" de los gobiernos o partidos políticos como lo señaló el presidente Eduardo Frei Montalva hace casi 50 años, cuando se creó la JUNJI. Los niños y niñas son responsabilidad de todos y en todo momento político.
Gabriela Mistral expresó "El niño es ahora" hace 75 años ¿Cuántos párvulos no habrán tenido experiencias educativas de calidad en sus vidas perdiendo parte importante de sus potencialidades para su desarrollo personal y colectivo? Pareciera que no se puede esperar más.
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