Coescrita con Luis Flores, director del Instituto de Entomología UMCE
Se inicia un nuevo año académico y resulta inevitable reflexionar respecto a la educación matemática y los desafíos que tenemos como comunidad. Con los años se ha evidenciado que el aprendizaje en esta área es abordado desde cuerpos conceptuales relacionados con teorías educativas, objetos matemáticos, estrategias didácticas y aspectos lúdicos. Esto permite discusiones que enriquecen el aprendizaje, pero quitan la atención de aspectos como las interacciones interpersonales. Por ello, resulta interesante hacer una breve síntesis de elementos socio-conductuales humanos que pueden tener cabida en la comprensión del fenómeno.
En la década de los '60 surge la sociobiología, como marco de estudio de comportamientos socialmente relevantes en distintos grupos de animales, entre ellos el altruismo, el egoísmo y la reciprocidad entre los individuos, los que evolucionan y se mantienen debido a su condición adaptativa. Estos comportamientos también han sido estudiados en la especie humana, lo cual ha sido controversial para algunos investigadores, pero no así para quienes comprenden que en los fenómenos socio-conductuales influyen factores ambientales, culturales y biológico-evolutivos.
En la década de los '80, con la instalación de la psicología evolutiva, los cuerpos teóricos intentaban vincular elementos propios al funcionamiento cognitivo con las conductas humanas, proponiendo que en el cerebro funcionan módulos mentales que evolucionaron por selección natural, debido a que cumplen funciones relevantes para su supervivencia. La principal crítica a este enfoque vino desde la biología evolutiva, al plantear que no es posible probar que los módulos del cerebro vinculados a la ejecución de distintas conductas propias de la vida en sociedad, han evolucionado por medio de la selección natural. De todos modos, este cuerpo teórico ha impulsado el desarrollo de investigaciones que acogen el fenómeno de la variación interindividual en conductas socialmente relevantes.
Durante el siglo pasado, se consolida la teoría de la evolución cultural, de enfoque antropológico, que propone que parte de la cultura humana ha evolucionado de modo análogo a como lo hace la evolución biológica, destacando como elemento relevante el aprendizaje social en individuos de esta o distintas generaciones. Así, podemos detectar componentes socio-conductuales importantes de considerar en el estudio de las matemáticas. Instancias de ejercitación que se realizan de manera solitaria y grupal, dentro o fuera del aula, en que los estudiantes aprenden unos de otros, y con otros, dan paso a un aprendizaje más bien de tipo social. Si los estudiantes cooperan en la resolución de un desafío académico, desde la resolución de un problema matemático hasta la elaboración y ejecución de un proyecto, estarán en entornos sociales donde se facilitan interacciones interpersonales basadas en la búsqueda del bienestar no solo individual, sino también colectivo. Avanzarán hacia un aprendizaje social, en la dirección de un comportamiento, el de la cooperación, que ha resultado beneficioso en el desarrollo de la vida en sociedad.
Dos atributos sociales tan arraigados y mantenidos en las sociedades animales y humanas, como son el aprendizaje social y la cooperación, constituyen elementos a considerar en la enseñanza y aprendizaje de las matemáticas. Centrar las matemáticas en aspectos socio-conductuales, debiera ser un elemento para futuras innovaciones, entendiendo que en las interacciones interpersonales se evidencia el papel fundamental del ambiente, la sociedad y la cultura.
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