La escuela era considerada, tanto por alumnos, maestros y apoderados, como un lugar tradicionalmente confiable, abierto y despejado. Lamentablemente, eso con los años cambió y la violencia escolar ha permeado un espacio que se sentía seguro, de tal manera que hoy debemos hacernos cargo de que no estamos haciendo bien las cosas, tal vez por la falta de estudios en este ámbito, que no mostraban esta dura realidad, o simplemente porque no hemos sido capaces de ir leyendo lo que le sucede a esta sociedad en crisis.
Nos quedamos muchas veces sin reacción, impidiéndonos detener el espiral de violencia que hoy, agravado por la pandemia, la falta de educación emocional y el desarrollo de una cultura dialogante no nos permitió prever los hechos acontecidos recientemente y denunciados por las víctimas.
Entre los años 2017 y 2018 las denuncias en la Superintendencia de Educación sobre maltrato físico y psicológico al interior de las comunidades educacionales aumentaron 26,7%. Si se desagrega la información y se mira sólo las denuncias de maltrato psicológico sufrido por los estudiantes, el alza se empina a 29,8% en igual período.
En relación al bullying (Injuv 2017) los resultados son estremecedores, dado que el 84% de los jóvenes entrevistados declararon haber visto o escuchado un episodio de esta preocupante situación en su centro educativo, y 60% declaró haber visto o escuchado malos tratos entre miembros adultos de la comunidad escolar. De eso ya pasaron casi cinco años.
Hoy esas cifras no han cambiado para mejor. Así lo reveló el último estudio anual de la ONG Bullying Sin Fronteras, la que confirmó un aumento de 40% en las denuncias por maltrato, ya sea físico o psicológico, en colegios públicos y privados de Chile, alcanzando 5.934 denuncias sobre datos que obtuvieron tanto del Ministerio de Educación como del Poder Judicial.
Como mujer, madre de une niñe trans, diputada e integrante de las comisiones de Educación y Familia escribo para que tanto padres, comunidades escolares y nosotros, como autoridades, nos hagamos cargo de retomar la conducción del hogar y la formación de los hijos, que los maestros fomenten la comunicación efectiva, la formación integral, el buen consejo, la orientación oportuna y el acompañamiento a los alumnos y alumnas que les fueron confiados.
Las autoridades debemos fiscalizar en terreno las existencias de los equipos de convivencia escolar, con las horas que correspondan y la idoneidad requerida.
Es imprescindible actuar todos en conjunto para dejar de naturalizar la violencia en todos sus aspectos, es fundamental que esto que parece cotidiano nos obligue a cambiar los protocolos. No es permisible que las denuncias tardías reflejen lo que han vivido miles de niños y jóvenes en un perturbador y oscuro silencio.
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