Exclusión curricular de la filosofía

Ha circulado la información que el Mineduc se encuentra trabajando en la modificación del currículum escolar para tercero y cuarto medio, en donde la asignatura de filosofía se elimina de los ramos obligatorios, quedando solo como una más de las disciplinas electivas.

A veces se podría decir, que lo único que hace el tiempo es sólo separar lo que ya estaba roto: la filosofía hace rato devenida a menos dentro del proceso de formación educativa.

Es cierto que la medida, de ser verídica, implicaría no su desaparición sino su absorción en la asignatura de Educación Ciudadana, ramo que sí tendría carácter de obligatorio.

Habrá que esperar la propuesta global. Pero hay pocas dudas que esto no signifique un desmedro de su protagonismo y de su rol. La filosofía acostumbraba a ser la madre de las ciencias, la llave maestra de la episteme; quien sabe filosofar puede abrir la puerta de todos los saberes, ahora relegada a ser solo un capítulo, de un índice de un libro mayor.

La filosofía es también un modo de saber  sobre la constitución de nuestro presente, cuestionadora sobre el estado de cosas actual, que problematiza y abre posibilidades de pensamiento alternativo y lateral.

Por esto la propia UNESCO, en su Declaración de París en favor de la Filosofía, sostiene la necesidad y exhorta a que la enseñanza de la filosofía debe mantenerse o ampliarse donde ya existe, implantarse donde aún no existe y ser nombrada explícitamente con la palabra “filosofía”.

¿Cómo conocemos lo que conocemos?, ¿Qué es lo justo?, ¿Qué debo hacer?, preguntas propias para el desarrollo del pensamiento crítico y reflexivo o del análisis ético,  que ahora parece van a encontrar aún menos espacio y valor para ser formuladas.

El punto de fondo es la concepción que se tiene del proceso educativo, es decir una pregunta algo filosófica. Preocupa un exacerbado y casi ideológico predominio técnico-instrumental, la adecuación de la formación al mercado de trabajo. El reforzar la sociedad del conocimiento como conocimiento aplicado y productivo, orientada a la investigación+ desarrollo + innovación, y en desmedro, por ejemplos, de los saberes artísticos y humanistas, relegados o ninguneados por poco productivos.

Por eso, más que el tiempo de la filosofía en el proceso educativo, inquieta el predominio de esta visión.

Cada vez menos espacios y oportunidades para hacer frente al enorme poder de la pedagogía mediática o de los mass-media, que permitan cultivar la lucidez, tornarnos más exigentes y menos manipulables.

Los ciudadanos y ciudadanas no son todas señoras Juanitas  o la señora Juanita no es sólo como se suele creer que creamos: fans exclusivos de lo leve, lo fácil, lo entretenido. Enarbolada como vocera, para justificar el facilismo del poder mediático.

Por el contrario, vivimos en una realidad interpretada pero que ahora tenemos que interpretarla nosotros. Pero eso requiere más que respuestas, poder y aprender a hacerse preguntas. Reivindicar ese ocio ante tanta exigencia de productividad y crecimiento.

Habrá que esperar también la reacción e indignación frente a una medida que realice estas expectativas con la filosofía. En donde lo amenazado no es la materialidad de la existencia sino cierta forma de ser de esta. Exigir no tantos hechos y más palabras.

Aunque no tengamos solución, no hay otro camino que el de las correcciones.

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