Un hecho vergonzoso que ha sido lamentablemente silenciado es la exclusión escolar. Más de 35 mil niños, niñas y adolescentes en 2016; más de 50.000 estudiantes desvinculados entre los años 2021 y 2022 en todos los niveles dan cuenta de esto, desde luego en parte por las consecuencias producidas por la pandemia, pero esto no logra explicar su totalidad. Desde luego las elevadas cifras de ausentismo escolar ayudan a intervenir tempranamente, al ser una de las principales características del inicio del proceso de interrupción de la trayectoria escolar.
Al realizar distintas simulaciones se puede concluir que los más afectados en el ámbito educacional, en este marco, son los más pobres, y las magnitudes de las brechas detectadas resultarían alarmantes para cualquier país. Sin embargo, para Chile estas cuentan con una especial significancia debido a las desigualdades que existían previamente en el sistema educativo (Mineduc, 2020). También es en este sector donde se concentra la expresión más extrema de la exclusión educativa: la mal llamada "deserción escolar", como si fuera una opción y no un resultado.
Se definirá entonces como exclusión educativa o desescolarización al proceso mediante el cual un grupo de personas son dejadas sistemáticamente fuera del sistema escolar. Este problema se expresa por una serie de factores, muchos de los cuales no son atribuibles directamente al individuo que lo experimenta. De ahí́ que el concepto de "deserción" no logra capturar el sentido profundo que implica para alguien abandonar la escuela, ya que tiende a patologizar como una conducta individual algo que responde a dinámicas sociales excluyentes (Hogar de Cristo, 2019). En efecto, según datos de la encuesta Casen 2017, en Chile el 68,4% de los niños, niñas y jóvenes de 6 a 21 años que se encuentran fuera del sistema escolar vive en situación de pobreza por ingresos y/o multidimensional (MDS, 2018) lo que confirma la alta relación entre ambos fenómenos.
Actualmente, los niños, niñas y adolescentes excluidos educacionalmente sufren la discriminación de un sistema escolar intolerante, que los encasilla en estereotipos que solo retroalimentan el circulo de la marginación social, se les cataloga como "flojos", "tontos" o "irresponsables" sin comprender la complejidad de esta problemática y las razones que explican su desescolarización (Hogar de Cristo, 2019). Profesores y profesoras, madres, padres, tutores y políticas públicas han desplegado grandes esfuerzos en solucionar estos problemas. Sin embargo, la desigualdad es reproducida por el sistema educativo. El desenganche es la consecuencia de una acumulación de desencuentros con la escuela: o bien con los contenidos educativos, o bien con el orden escolar, o bien a causa de dinámicas de etiquetaje (Mena et al, 2010).
Levantar las alertas y coordinar los esfuerzos es tarea de todos, y por cierto cada gobierno local no se puede restar de este objetivo. Si bien en este complejo escenario hemos tenido que ir reaccionando, el problema de la deserción escolar requiere de un trabajo coordinado y con sentido de urgencia, urge una política nacional impulsada desde el Mineduc y que se despliegue por las comunidades educativas, los equipos directivos y encargados de los programas y dispositivos que intervienen en los establecimientos, atendiendo los mismos factores de riesgo, estos deben ampliar la mirada y su campo de acción, e incorporar un enfoque de prevención al abandono escolar. Tenemos que robustecer nuestra institucionalidad con el objetivo de estar observando este tema en lo específico, levantando datos, monitoreando, haciendo seguimiento a los casos, gestionando apoyos.
El abandono escolar no es algo instantáneo, es un proceso que va dando señales de su motivo, por lo que cuando planteamos que evitar el abandono escolar en nuestros NNA es tarea de todos, es una invitación que levantar alertas, es tarea de la comunidad completa. Actualmente las escuelas y liceos del país se encuentran en un progresivo proceso de transición de su administración desde los municipios hacia los Servicios Locales de Educación Pública, y a pesar de que Cerro Navia realizó el traspaso en 2018 hacia el Servicio Local Barrancas, nuestro compromiso como gobierno local es sumarnos a la tarea de asegurar la trayectoria educativa de nuestros alumnos.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha planteado que, incluso antes de enfrentar la pandemia, la situación social en la región se estaba deteriorando, debido al aumento de los índices de pobreza y de pobreza extrema, la persistencia de las desigualdades y un creciente descontento social. En este contexto, la crisis por el Covid-19 tendrá importantes efectos negativos en los distintos sectores sociales, incluidos particularmente salud y educación, en este mismo sentido como señala Espínola & Claro (2010) la dificultad de alcanzar a los estudiantes que no son cubiertos por los actuales programas de prevención de la deserción resulta un gran desafío, particularmente considerando que los programas para prevenir la deserción son diseñados, gestionados y evaluados desde el nivel central.
El próximo año escolar será clave para consolidar estrategias que nos permitan bajar las cifras e ir acortando brechas, debemos prepararnos hoy para que la reinserción, reintegro y retención escolar, sea parte activa de la agenda local, afrontándolo de manera lo más eficiente posible. El desafío está en trabajar coordinadamente en los programas y dispositivos que intervienen las escuelas, independiente de su administración.
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