Tradicionalmente en Chile la universidad se ha pensado así misma como de carácter nacional, ha respondido a la exigencia de formación, consolidación, expansión y desarrollo del Estado-nación. Solo con el devenir del siglo XXI ha surgido el carácter crítico y reclamo de autonomía en la discusión sobre los alcances de la descentralización territorial. Sin embargo, tal vez lo más significativo de estos tiempos ha sido el surgimiento de una identidad territorial que no solo sobrepasa las estructuras, sino también al propio poder político estatal, adquiriendo en no pocos casos, una identidad institucional de mayor fortaleza con el territorio con el que se vincula, manteniéndose una permanente tensión entre las pretensiones de control, por un lado, y las de autonomía, por el otro. Expresadas las primeras en las políticas de financiamiento y regulación, y las segundas en la acentuación de su carácter ciudadano.
En un mundo que no termina de configurarse luego del declive de la sociedad industrial en los términos como la hemos conocido, fundada en la centralidad de los factores productivos tradicionales desde una mirada del desarrollo económico, en el tránsito hacia lo que se ha denominado como la sociedad del conocimiento, surgen las voces que demandan sistemas de decisiones más descentralizados y en los cuales las universidades adquieren un rol más cercano, involucradas en dichos procesos y conocedoras de sus territorios, pero también demandantes de una nueva generación de políticas públicas, con mecanismos de financiamiento sensibles a los propósitos y a la diversidad regional.
En este sentido, los gobiernos regionales pueden contribuir a la constitución de universidades fuertes en sus territorios a través de políticas de financiamiento concertadas que fortalezcan la creación de capacidades y desarrollo de talentos; la definición de objetivos para la inversión en investigación aplicada y para la creación artística; y para el mejoramiento de las competencias de los trabajadores y directivos a través del apoyo a la formulación de programas de formación de capital humano calificado. La universidad puede contribuir al desarrollo integral y equilibrado en el territorio regional.
Ello redundará en gobiernos más competentes, pertinentes y sensibles a las necesidades de la población regional y por ende, a incrementar las capacidades de gobernanza territorial, de representación ciudadana, al mejoramiento del bienestar social, de la convivencia democrática, del desarrollo productivo y del funcionamiento de las instituciones.
Esta necesaria vinculación no puede ser solo un recurso discursivo, sino que debe manifestarse en el reconocimiento de que es en la comunidad regional donde reside la búsqueda del bienestar.
Nuestro territorio insular representa una realidad geográfica, poblacional, cultural y de recursos que le otorgan una particularidad tanto nacional como regional, por lo que la comunidad universitaria tendrá que ver esto como una oportunidad para pensarse a sí misma, definir una estrategia de vinculación territorial junto a una diversidad de propósitos acordes a las necesidades locales, única manera de tener un impacto positivo sobre el desarrollo local, que se exprese en una mayor diversificación de la matriz productiva y desplazar la actual economía extractiva de bajo valor agregado.
Desde Chiloé, debemos contribuir a que la Universidad de Los Lagos sea globalmente competitiva y a la vez, velar por un cada vez mayor compromiso local, que es dónde encontrará su significado y por lo tanto su identidad.
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