En un contexto de constante cambio, como lo ha sido el experimentado desde mediados de 2019 con el estallido social y luego el inicio de la pandemia, la labor de los docentes ha experimentado cambios que los ha impulsado a modificar su trabajo en todo sentido. De tener mundos definidos, como la escuela o jardín infantil y el hogar, estos se fusionaron, haciendo que los educadores lleven el aula a su casa, intentando rearmar jornadas para responder a la totalidad de las demandas que esta fusión exige.
Esta realidad hizo que los docentes tuvieran que comenzar a reconstruir una nueva identidad, a desarrollar, en tiempo récord, nuevas competencias que permitieran seguir con la labor de educar a sus estudiantes, pero desde una nueva vereda: familiarizarse con plataformas y dejar atrás paneles y pizarra, olvidar los libros y cuadernos para comenzar a utilizar recursos digitales, enfrentarse a un cambio en la interacción con sus estudiantes en donde el contacto directo del día a día ha mutado a compartir con ellos a través de la pantalla y la participación ya no sólo es oral sino que también a través de escritura vía chat.
Luego de más de un año de pandemia experimentando este nuevo estilo de trabajo, no es sorprendente que nuestros profesores se encuentren emocionalmente agotados.
Durante el mes de mayo de 2021, la carrera de Educación en Pedagogía Básica de la Universidad Finis Terrae realizó una consulta pública indagando en diversas dimensiones del trabajo docente en contextos de pandemia, siendo una de ellas los posibles niveles de burnout que podrían estar presentando.
Los resultados son dramáticos: un 64% de la muestra de docentes presenta niveles de agotamiento emocional alto, lo que evidencia que se encuentran exhaustos. Esto puede deberse a diversos factores como, por ejemplo, las nuevas condiciones de trabajo que han estado experimentando (ya las cuales se han debido adaptar), las nuevas relaciones laborales que han tenido que aprender a establecer con los colegas y directivos, los cambios en los procesos de enseñanza-aprendizaje, las nuevas formas de relacionarse con sus estudiantes (que distan bastante de lo que era en la presencialidad) hasta la distribución del tiempo entre las labores del hogar y las laborales.
El estudio evidencia que las otras dos dimensiones que miden este síndrome se encuentran dentro de parámetros normales, lo que hace pensar que este agotamiento se relaciona con el contexto que se está viviendo y que podrían volver a normalizarse una vez pase este período. Si bien esto último es una buena noticia, estamos enfrentando un nuevo desafío que vuelve a estresar la labor docente, exigiéndoles volver a desarmarse para así reconstruir su labor y poder responder de la mejor forma a este nuevo escenario: las clases híbridas.
Este nuevo escenario hace que el trabajo con los docentes sea necesario, lo cual debe ser considerado por municipios y directivos de establecimientos educacionales. Es importante ofrecer ambientes de estabilidad -dentro de la incertidumbre que estamos experimentando en este período- a nivel de tiempos, responsabilidades y acciones que se esperan que realicen.
También es importante fortalecer las competencias que se necesiten para este nuevo contexto, lo cual puede ser a través de capacitaciones o de la creación de comunidades de aprendizaje dentro de los mismos establecimiento, que promuevan el trabajo colaborativo y se compartan buenas prácticas que faciliten y fortalezcan la docencia. Estas acciones pueden apoyar a enfrentar este nuevo escenario y promover así el bienestar de nuestros docentes.
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