La vocación en peligro: la falta de profesores

Para poder instalar, mantener y mejorar todo nuestro sistema educativo, no basta solo una política educativa, buenos textos TICs y material de estudio, no solo establecimientos levantados con cemento y fierro. Para que el proyecto-país en educación se pueda llevar a cabo se requiere el aporte fundamental de los maestros, preceptores, educadores, que son la savia de la política educativa.

¿Qué sucede con los profesores? Se estima en más de 30 mil el déficit de docentes en el país, y al parecer es una tendencia que no dará tregua. Si bien la cifra es alarmante, debemos preguntarnos el porqué de ésta. El escenario nos arroja que la problemática se alberga en una crisis cultural que conlleva la valoración de la profesión, y nuestros jóvenes no se sienten atraídos por la pedagogía, ya que esta adolece de incentivos e imagen positiva, se caracteriza por bajos sueldos, sobrecarga laboral, emocional, y como ya decíamos, la depreciación social.

Esta falta de profesionales impacta directamente al sistema y la anhelada equidad educativa, que busca la calidad transversal, se ve en peligro casi de extinción. Este déficit es una amenaza que nos respira en la nuca y nos hace doler, nos lastima esta lógica de mercado que se impone con más fuerza que la de un servicio necesario, esencial y prioritario. Un estudio reciente de Mineduc y Elige Educar reveló que el 40% de los colegios del país tiene al menos una hora de clases sin un profesor con formación específica para la asignatura, lo que equivale a unas 120.000 horas.

El desafío es, sin duda, enorme, ingente, desafiante y mayúsculo, la matrícula en pedagogía es baja y va cayendo como desplome sin red. Entre 2018 y 2022, la matrícula de primer año descendió 43,3%. En el proceso de admisión 2025, solo el 4,6% de los nuevos universitarios optó por pedagogía (Demre).

Un remedial entre tantos podría ser sobreponernos a la fragmentación política, con una política de educación pública a largo plazo que busque continuidad y el robustecimiento estructural de la calidad educativa, que se reconozca a los profesores y profesoras como agentes de cambio, con equipos directivos que fomenten la innovación y el desarrollo profesional, para poder contar con docentes altamente calificados que tengan las herramientas para reducir la brecha existente entre la educación pública y la privada, para que cuando hablemos de educación no nos centremos en lo que nos falta, sino como iremos mejorando e ir haciendo de esta una fuente inagotable de progreso, un caudal infinito de conocimientos, un torrente de saberes.

Hay que enfocar las energías a la mejora de las condiciones laborales, los colegios deben contar con profesionales no docentes y personal de apoyo para el quehacer diario del educar, lo que haría a la escuela más efectiva, humana e integral, en miras de ser el ecosistema de desarrollo colectivo que necesitamos.

La imperiosa necesidad de profesores nos alienta en la búsqueda de mejorar las condiciones de trabajo, de cambios profundos en las políticas educacionales y por sobre todo de una revalorización que dignifique y atraiga los talentos que hoy nos escasean. Estamos ante una emergencia nacional, se requieren profesionales, se requieren sueños, pero por sobre todo se requiere devolver la dignidad docente para dar dignidad a la educación.

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