Los malos amores en época escolar

Hace mucho tiempo atrás leer "El niño que enloqueció de amor", primera obra de Eduardo Barrios, Premio Nacional de Literatura 1946, era un clásico en la etapa escolar. Es el relato de un niño, se infería que camino a la adolescencia, un púber atrapado por una atracción desgarradora, obsesiva, inexplicable, altamente confusa, con tintes de angustia inquietante y penetrante, que el protagonista confundía con un amor posible, idealizando el sufrir, por el sentir, pero a la vez y dicotómicamente hablando una historia de deleite y de una afabilidad complaciente.

No era es sólo un amor imposible, sino además uno no correspondido (claramente lo contrario marcaría un delito) Se enamora hasta la locura de una mujer mayor, literalmente a cada página va perdiendo la cordura, se le va esfumando la razón. Instalando una espesa neblina en su devenir, sin poder ver más allá que la construcción infantil y soñadora, de su propia realidad.

Sin duda, exponer esta novela en aquellos años obtuvo tanto admiradores como detractores, estos últimos criticaban el entregar este poder de enamoramiento a alguien menor (como si el sentir fuera solo de generaciones adultas). Por otro lado estaban aquellos que veían en esta novela delicada y dolorosa la tragedia de un enamoramiento tan precoz, que llevaba a pasos gigantesco a la gran tragedia, que se percibía en cada parte de ese breve relato. Gabriela Mistral, lo menciona como "aquel niño insomne... que desesperadamente llama al amanecer" en el poema que le dedica. Por otra parte, Daniel de la Vega lo llamó "muchacho de ojos grandes y profundos", por lo dulce e inocente.

Esta historia rebosa de fragilidades, de vulnerabilidades y de falta de acompañamiento de alguien que pudiera guiar, encauzar o movilizar de mejor forma está pérdida de juicio, tan sollozante, tan latente y lamentablemente tan generalizada en el último tiempo.

En mi rol de coordinadora de Convivencia e Inclusión he presenciado a más de un y una estudiante llegar por "mal de amores" romantizando a acciones insanas, nocivas y altamente peligrosas. Se trata de relaciones destructivas, que generan una profunda dependencia, lo cual hace difícil el "poder salir", el estado que más predomina en este tipo de enamoramiento es la idealización y el sufrimiento. Lo que afecta la autoestima, incrementa el sentido de infelicidad y claramente daña la salud, dejando a los y las estudiantes en un estado frágil, precario e inestable.

Hay una soledad estridente en el ser adolescente, los que nos conduce a instalar de forma efectiva la educación socio emocional, afectiva y sexual, de manera urgente. Años atrás, existió el intento con las Jocas, pero hoy estamos acéfalos.

Debemos las comunidades pedagógicas (escuela, más familia) reforzar los cuatros pilares del desarrollo; el autoconcepto, autoimagen, autorefuerzo y autoeficacia; nutrir a nuestros niños y niñas de la importancia de quererse, valorarse y tener espacios propios, de saberse amados y eso no se trata sólo de escucharlo, sino de sentir la preocupación, el cariño, los límites y el respeto que todos merecemos.

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