Raúl Figueroa y el FES: ¡Póngale 0!

Coescrita con Emilia Schneider, diputada FA por el Distrito 10

El exministro de Educación Raúl Figueroa ha decidido calificar con nota 2 el nuevo proyecto de Financiamiento de la Educación Superior (FES). Más allá de lo irónico de utilizar una escala escolar para desacreditar una política pública, lo preocupante es que esa calificación refleja una visión profundamente anclada en un modelo fracasado: el del Crédito con Aval del Estado (CAE), que durante años ha hipotecado los sueños y el futuro de cientos de miles de jóvenes y sus familias.

Figueroa sostiene que el FES amenaza la diversidad, la autonomía y la calidad de la educación superior porque implica una "altísima dependencia del Fisco". Pero ¿de verdad es razonable sostener que el problema de nuestro sistema educativo es que el Estado participa demasiado?

En realidad, lo que hace el FES es ordenar y racionalizar el uso de los recursos públicos. Si el Estado va a aportar al financiamiento de la educación, es lógico y justo que ese financiamiento esté regulado y que responda a los costos reales de formación. Esto no es una imposición ideológica: es un principio consagrado en la Ley de Educación Superior, incluso desde gobiernos anteriores. De hecho, cabe recordar que fue el propio segundo gobierno del expresidente Piñera el que intentó aplicar la regulación de aranceles -sin éxito, por cierto- cuando Figueroa era autoridad.

Hoy, muchas universidades privadas -como la U. San Sebastián- se financian en 45,5% con recursos públicos. Entre 2007 y 2023, más del 70% de sus estudiantes estuvieron cubiertos por el CAE. ¿De qué autonomía se habla, entonces, si dependen estructuralmente del Estado? Y más importante aún: ¿autonomía de quiénes? Porque en muchas de estas instituciones privadas los estudiantes, académicos y trabajadores no tienen participación alguna en las decisiones institucionales. Lo que se defiende no es la autonomía universitaria, sino el control total por parte de los dueños.

Se afirma también que el FES es un "impuesto injusto" que afectaría incluso rentas como la venta de una casa. ¿Realmente cree el exministro que esa es la realidad del grueso de las y los egresados de la educación superior? La verdad es que la gran mayoría lucha por estabilizar sus ingresos durante años. Y ahí radica una de las virtudes del FES: su carácter progresivo. Si alguien no puede contribuir, no lo hace. No hay intereses, no hay acumulación de deuda, no hay cuotas eternas. No es un crédito. Es un sistema de contribución solidaria, adaptado a la realidad de quienes egresan.

Figueroa plantea que la propuesta del Gobierno condenaría a las universidades a la mediocridad. Pero lo cierto es que el CAE sí generó precariedad: universidades que crecieron sin criterios académicos, sobreendeudamiento estudiantil, y una lógica de mercado que sacrificó calidad por volumen. Hoy el desafío es otro: avanzar hacia un sistema más justo, que ponga al centro el derecho a estudiar y no el negocio del endeudamiento.

Por último, resulta curioso que quien critica el rol del Estado en educación, haga una analogía con el caso de Harvard y el gobierno de Trump, acusando riesgos de intervención. Pero olvida que fue el gobierno de Sebastián Piñera el que, vía Ley de Presupuestos, retiró recursos a universidades del G9 y eliminó bonos a sus trabajadores, sin explicación alguna. Fue ese gobierno -no éste- el que intervino al más puro estilo autoritario.

El FES no es un torpedo a la línea de flotación de la clase media, como dice Figueroa. Es, al contrario, un salvavidas para quienes fueron sistemáticamente excluidos de la gratuidad y a quienes el CAE terminó arrastrando a una vida de angustia económica. Es también una oportunidad para construir un sistema que deje de castigar los sueños y empiece, de una vez, a garantizarlos.

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