Se dieron a conocer los resultados de la prueba internacional PISA 2022, primera aplicación posterior a la pandemia. Los resultados no son alentadores: en matemática, Chile promedió 414 puntos, lo que nos posiciona 58 puntos bajo la media de la OCDE y 6 menos que la aplicación del año 2018. En lenguaje la historia es un poco menos dramática: promediamos 448 puntos, 28 bajo la media de la OCDE, sin embargo, se destaca que nuestro país subió 16 puntos su promedio en una década.
La pregunta natural que surge frente a estos resultados se relaciona con cómo poder acortar la brecha y fortalecer nuevamente los aprendizajes de los niños, niñas y adolescentes de nuestro país.
Para responderla, hay que considerar una serie de factores que pueden influir, como económicos o curriculares, sin embargo, hay uno que es crucial y se relaciona con la labor que ejercen los docentes, ya que no es discutible el impacto que su rol ejerce en el proceso de formación integral del estudiantado: un profesor hace la diferencia.
Es de amplio conocimiento que durante la pandemia este actor fue fuertemente impactado, debiendo realizar adecuaciones para seguir ejerciendo su labor, adecuaciones que hicieron que transitaran, por ejemplo, de hacer clases presenciales a remotas. En este contexto, se vieron desafiados a usar nuevas metodologías de enseñanza y evaluativas, pero también se enfrentaron a problemas como deserciones o baja de motivación en el estudiantado, entre muchas otras.
El retorno a la presencialidad tampoco ha sido fácil, ya que el profesorado ha debido hacer frente a las brechas que la pandemia generó y que no son cuestionables. Adicionalmente, debemos tener presente que los niveles de burnout en esta profesión están elevados, lo que ha hecho crecer el número de licencias médicas. Además, como país nos enfrentamos a una futura "escasez" de docentes idóneos debido a la baja tasa de ingreso a carreras de pedagogía que se ha experimentado y también a la deserción temprana de la profesión. Esto hace que entremos en una encrucijada compleja de dilucidar: si no contamos con docentes idóneos, ¿cómo mejoramos la calidad de la educación?
Es por esto que la atención también debe ponerse en este actor, procurando promover su bienestar. Para esto, los directivos deben trabajar y velar por su promoción, deben confiar en el profesionalismo. Como muestran los últimos estudios: profesores felices son más eficaces y comprometidos (Yin, 2023) promoviéndose de esta manera procesos de aprendizaje profundo que conllevan la promoción de la calidad educativa.
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