Se inician las actividades educativas en salas cunas, jardines infantiles, escuelas, colegios, liceos, institutos y universidades en todo Chile. Una vez más, se pone en movimiento la red de actores e instituciones educativas para recibir a quienes empiezan un nuevo ciclo de estudios. ¿Podemos iniciar este año como si fuera un año más de nuestras vidas personales y republicanas, cuando Chile está tratando de cambiar?
¿No debiésemos empezar a construir una cultura diferente que, a partir de la profunda reflexión de nuestros avances y fracasos, reconstruya el tejido social basado en valores compartidos, el bien común y el bienestar para todos?
Miremos nuestras salas de clases, los diferentes ambientes educativos. Se han roto las confianzas, hay conflictos en las comunidades educativas, en el clima escolar, en las definiciones de lo que hay que favorecer con nuestros estudiantes, en definitiva, en lo que queremos construir como país.
¿Podemos entonces iniciar las actividades con la misma rutina como si nada estuviera pasando y aplicar el plan de trabajo que hacemos todos los años? Ciertamente que no.
Comencemos favoreciendo encuentros y actividades de reflexión entre todos los miembros de la comunidad educativa, abordemos lo que nos pasa, no para propiciar más desencuentros, sino para analizar por qué humanamente ocurre todo esto.
Cambiemos para que las nuevas generaciones - y nosotros como sus mentores - no perdamos la capacidad de escuchar, de empatizar con los problemas del otro y trabajar por objetivos comunes.
En educación parvularia y básica, debemos enfatizar el gozo del reencuentro con los compañeros y la alegría de aprender juntos tantas cosas interesantes, no sólo las “académicas”, también la riqueza de la diversidad, del saber del otro, del descubrir juntos nuestro entorno, su historia, sus personajes, sus culturas y también sus necesidades.
Los jóvenes, debiesen salir pedagógicamente a conocer otros contextos socio-culturales; a hacer trabajos voluntarios, aprender del campesino, del obrero, del emprendedor, de los diversos grupos sociales ocupados en muchas causas valiosas.
Así mismo los universitarios, debiesen aprender la realidad de su área de estudio en terreno, no más conocimiento enclaustrado en las aulas, construyamos saberes que realmente sirvan a nuestras necesidades.
¿Y los educadores? Tenemos tanto por hacer. Desde la primera reunión con las familias deberíamos pensar qué tipo de niño, niña o joven queremos favorecer en el proceso de despliegue de sus capacidades, con respeto a sus singularidades, pero pensando en nuestro país. Preguntémonos, ¿son nuestras escuelas y universidades realmente espacios democráticos donde se vive el escuchar al otro, el hacer juntos, el aceptar las diferencias, el consensuar?
¿Somos capaces de romper los estructurados planes que el sistema controlador nos impone, e incorporar lo que a los estudiantes les interesa y necesitan conocer y hacer?
Son muchas las reflexiones que debemos hacernos para tratar de avanzar a crear este Chile diferente, justo y solidario. Sí, queda claro, que no podemos iniciar este año educativo como uno más. Tenemos muchas lecciones que recoger de todo lo que está sucediendo y convertirlo en acciones formadoras.
Esa es la gran tarea que la sociedad entera debe asumir y nosotros como formadores, incentivar y apoyar.
Sí, Chile está cambiando, ¿En qué y para dónde? son preguntas básicas para derivar las acciones que tenemos que trabajar, ahora y urgentemente. Estas reflexiones son la partida de las ideas que tenemos que poner en la nueva Constitución de nuestro país, respecto al Derecho a una Educación mejor para los nuevos tiempos.
¡Cambiemos la partida del año escolar, hagámosla verdaderamente educativa para poder crecer!
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