En la política nacional de Educación para el Desarrollo Sustentable, aprobada el año 2009, se describe el acuerdo internacional al que suscribió nuestro país, lo cual se tradujo en objetivos específicos que abarcan diversos ámbitos de formación ciudadana en esta materia.
Por ejemplo, en el documento se señala que el país incorporará objetivos de aprendizaje sobre desarrollo sustentable en el currículum nacional desde pre-básica y la creación de evaluaciones para diagnosticar los conocimientos de los estudiantes sobre esta materia.
Además, los autores del documento enfatizan en la importancia de formar profesores y directivos expertos en desarrollo sustentable, e instan a los colegios a trabajar con las familias y el resto de la comunidad para llevar a cabo iniciativas que promuevan el cuidado del medio ambiente.
En este contexto, el aprendizaje al aire libre ofrece un escenario incomparable para concretar esta política. Las bases curriculares para la educación parvularia reconocen en este tipo de enseñanza, una oportunidad para desarrollar el interés por la exploración y el cuidado del medio natural.
En efecto, las bases señalan que tanto las actividades de indagación espontáneas, consecuencia del juego al aire libre, como las intencionadas despiertan en los niños preguntas e interpretaciones sobre seres vivos, y fenómenos y elementos naturales, como la lluvia y el viento.
Además de explicar el beneficio que dicha exploración tiene para el desarrollo del pensamiento científico, las bases enfatizan esta metodología como un medio para fomentar el respeto y el cuidado de la naturaleza y la biodiversidad.
Esta metodología, conocida en la literatura internacional como “outdoor learning”, se refiere a la que se logra como consecuencia de actividades realizadas al aire libre.
Y no es nueva, porque en países como Inglaterra, Estados Unidos, Australia, Dinamarca y Finlandia se ha implementado desde hace al menos 15 años.
Diversos estudios han demostrado que pasar tiempo al aire libre conduce a un mayor cuidado del medio ambiente.
Académicos han concluido que el nivel de frecuencia con la que un niño fue expuesto a la naturaleza, jugando en lugares con árboles, paseando al aire al libre o cuidando jardines y huertos predice la sensibilidad y preocupación por el medio ambiente que luego manifestará de adulto.
En Chile, sin embargo, parecemos ignorar el potencial que tiene pasar tiempo al aire libre. Un estudio realizado por Adimark para UNICEF hace unos años, reveló que, de un listado de diversos pasatiempos, las madres de niños chilenos marcan “jugar afuera” como una de las que sus hijos realizan menos frecuentemente.
Un 75% reconoció que sus hijos ven frecuentemente televisión, mientras que solo un 23% señaló el juego al aire libre como una actividad frecuente. Esta cifra fue la menor entre todos los países participantes como Argentina, Brasil y Sudáfrica.
Las facultades de Educación tenemos que responder a la demanda global por el cuidado del medio ambiente. Ya contamos con una política nacional que nos avala y nos alienta a formar educadoras y educadores de párvulos con formación específica en aprendizaje al aire y cuidado del medio ambiente.
Los párvulos no marchan por las calles ni hacen campañas por las redes sociales, al menos no todavía. Pero, si formamos educadores especialistas en aprendizaje al aire libre y cuidado del medio ambiente, no me cabe duda que serán los niños quienes salven el planeta.
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