Los incendios forestales han devastado el país. El dolor de padres, madres y la desolación de las familias de quienes perdieron la vida, el impacto en las instituciones en que los mártires prestaban sus servicios, Conaf, Bomberos y Carabineros, luego está la amargura de los que se quedaron sin el trabajo de una vida y las pérdidas materiales provocadas por la catástrofe, todo ello tan vasto e inabarcable, constituye una situación imposible de cuantificar.
Allí, en medio de la tragedia, brota el heroísmo espontáneo, el ardor de miles de hombres y mujeres, que no sucumben ante las fuerzas ciegas de la naturaleza que ataca sus vidas y el fruto de su esfuerzo, se activan los jóvenes y las personas nobles y solidarias, se movilizan uniformados e internacionalistas, así se forja el sentimiento comunitario y la dignidad de cada cual. Frente a la adversidad surge la voluntad social del ser humano, aquella con que ha sido capaz de avanzar en la creación de la civilización que ha construido.
Así labra su porvenir. El hombre como especie para sobrevivir debe resistir, ante la destrucción del fuego, de un terremoto o de una guerra, ante cualquier factor que lo prive de su dignidad, de su libertad o de sus condiciones básicas de vida no se puede resignar. Eso lo distingue en su condición de tal, en su humanidad, en la dignidad que posee y lo caracteriza. Si pretendieran arrebatarle su libertad tampoco puede aceptarlo. Si perdiera esa voluntad inalienable de forjar su vida, la que lo identifica y singulariza, su estirpe ya no podría prevalecer.
Por eso, la nación se une y se rehace ante la tragedia. Hay quienes no lo creen así. Son escépticos y fatalistas. En esa brega de carácter y voluntad, conciencia y fortaleza, se manifiesta lo bueno y lo malo, luchan las conductas contrarias, lo que es digno de elogio y se resalta de aquello que no lo es, y cae en el foso de lo desechable. No se sabe antes, pero en situaciones máximas, hay algunos que se agrandan y otros que se achican, unos hacen frente al desafío y otros escapan, sin olvidar a los que se paralizan y solo marcan el paso. Hay generosos y mezquinos.
Así ocurre también en estas horas, cuando con formas torcidas se busca la ganancia chica y el dividendo pequeño. Es indebido en un ex Presidente de la República, pero de esa manera se ha manifestado el anterior mandatario, intentar una ventaja espúrea en sus afanes electoralistas, al convocar a una entidad inexistente: los "alcaldes unidos frente a la emergencia", tras el propósito "que nos coordinemos con ayuda a zonas afectadas". Pretende medrar en la desgracia.
Ese es un doloso aprovechamiento de la tragedia y un acto enteramente ilegítimo desde el punto de vista constitucional lo que no puede ignorar quién fuera senador y Presidente del país. En efecto, en su artículo 7, la Carta Política del Estado señala: "Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas pueden atribuirse, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes",
Es decir, le está vedada la conducta que mantiene y el proyecto que impulsa y promete, así como sus convocados no pueden obedecerle, sin caer en un abuso de sus cargos y en una clara inconstitucionalidad.
Más allá de ello, no se puede tratar de usar la desgracia que se instaló en esas regiones, sobre esas familias, esa mezquindad obliga a que se deba ejercer un reproche moral ante tan vergonzoso oportunismo y un uso tan burdo de la desgracia social, en un torpe aprovechamiento personal.
Queda de manifiesto que no se sabe cuál tragedia es mayor, si la que provoca el incendio forestal en sí mismo o si la tragedia moral que se desnuda en ciertas conductas, de personeros de quiénes se espera más, pero es habitual que den lo menos.
Es la lucha de contrarios que se genera en estas catástrofes. El reto es que prevalezca la unidad del país por sobre la catástrofe, así como que la mala onda sea derrotada por el espíritu solidario de la nación chilena.
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