Alcohol y ausencia

Fabiola Quiroga Villagra
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Sus ojos son de color verde, atrapantes, fulminates de paz, tan bellos como su nombre, Amparo. Es pequeña y delgada, pareciera que no caminara con los talones sino que fuera de puntillas, entre el silencio, la observación y la contemplación del entorno, con ese andar sigiloso, para no interrumpir, en una danza de pasos insonoros.

Vive con su mamá, quien trabaja más de lo que pudiera, pero es lo que debe hacer. Son 5 los hijos que tiene y el padre, sumido en una depresión profunda y alcohólica, no está nunca en casa, por lo que Amparo y sus hermanos pasan las tardes soñando, leyendo e imaginando con trenes, vacaciones, el mar, sirenas, ballenas y delfines. Ama los higos, los damascos y los nísperos, el caminar descalza y los cuentos de detectives, le gusta regar las flores y le suele cantar cuando lo hace, "para que crezcan sabiéndose queridas y cuidadas", dice.

Las historias que le cuenta su padre son de la nostalgia heredada, de la vida que pudo ser y que nunca logró, de todas las intenciones que tiene, en eso se quedan, ya que ve imposible superar los obstáculos etílicos. A veces deja de embriagarse por unos días, pero la abstinencia siempre doblega la razón e inunda su lógica, sin embargo, esa ausencia de razonamiento no nació en él de forma concluyente, fue el anunciado resultado de su niñez desprovista de cuidados e ilusiones, creció como lo hace la maleza, a fuerza de decisión, sin ser visto, al descuido total, a pura voluntad.

Según datos de Senda, 4 de cada 10 habitantes consumió alcohol el último mes, hablamos de 39,2%, una cifra que ha sido enmarcada como la más baja en el último tiempo y esperamos siga resbalando, descendiendo, menguando, decreciendo y reduciendo. Años anteriores era de más de 48% de la población nacional, no obstante, aún somos uno de los países más consumidores en el continente.

Amparo -a sus 10 años- a veces sale a buscar a su papá, para llevarlo a casa, le toma la mano para no perderlo, más de lo que está, como si en ese camino pudiera volver a lo que fue antes, un padre preocupado, sano y contento.

En el andar le va contando su día, ella es determinada, va saltando por encima de los inconvenientes, nada la detiene, ella es resiliencia, superación, tiene una fortaleza elástica, posee la tenacidad y la obstinación que se precisa para empezar un nuevo día, todos los días, sin pensar en lo que no hay sino que se concentra en lo que puede lograr con lo poco que tiene, porque a diferencia de su padre, ella siempre se ha sentido amada.

Para el regalo de Navidad redactó una carta, en la misiva escribe que le gustarían muchos lápices de colores, un perrito, una muñeca y que su papá deje de tomar.

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