Infancia, el sueño que nos une

A los 20 y tantos años me fui a Ecuador a trabajar en una ONG que estaba vinculada a la reinserción escolar de niños y adolescentes trabajadores. Claramente, hasta ese momento mi mirada de la pobreza, qué si bien era certera, no estaba preparada para la profundidad de lo precario, para la intensa penuria de la marginalidad que cubre, cual manto, a niños y niñas en todas partes del mundo, haciendo imperceptible, incorpóreo e inmaterial el dolor de la no aceptación en un orbe que avanza sin ellos, cuando necesitamos todo lo contrario. La infancia debe ser manifiesta y conspicua, un deber constante para su buen progreso, ya que, si no miramos la niñez, no creamos la esperanza del cambio, que tanto precisamos.

Es así como me instalé en Quito y desde ahí comencé el viaje sin retorno a la infancia y a la educación. Me fui impregnando no sólo de las necesidades, sino de lo hermoso que es un país que posee más de 4.000 especies de orquídeas, que tiene el Chimborazo -una de las montañas más altas del planeta, con sus 6.268 metros-, también el parque Yasuní que es uno de los con mayor biodiversidad existente. Además, Ecuador es uno de los mas copiosos exportadores de cacao en el mundo y, junto a Chile, únicos países de América del Sur que nos compartimos frontera con Brasil.

Otro dato no menor es que su moneda nacional es el dólar, desde el año 2000, cuando el sucre cae estrepitosamente; y que el calendario escolar está dividido en Costa y Sierra, lo que me parece un respeto señero, singular, profundo e ingente a su bella naturaleza.

En este país de altura se habla de más de 270 mil niños trabajadores en el 2022, lo que conlleva problemas de salud, agotamiento, ausentismo crónico o derechamente al abandono escolar, ya que la carencia, la insuficiencia, la escasez, la privación, la exigüidad de lo mínimo y a la vez del todo, los arroja tempranamente a condiciones inaceptables, ya que convengamos que el trabajo infantil es por si inadmisible e injustificable. Es una agresión a los derechos de los niños, claramente un quebrantamiento a cada uno de ellos, un sacrilegio a todos los sublimes de la enseñanza, pero sobre todo a la humanidad.

Se estima actualmente que existen más de 160 millones de niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situación de trabajo infantil, lo que representa a 1 de cada 10 menores.

La infancia es la proyección de la independencia, de la libertad y la disolución rupturista con la indigencia, el trabajo infantil y la falta del acceso a la salud y a la educación, la niñez debe ser protegida desde el Estado y todos los organismos que componen al mismo. No olvidemos que lo que le entregamos a los niños hoy, lo tendremos de vuelta mañana.

Ya lo decía Khalil Gibran, "protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños". El lema no es sin los niños, es sin el respeto a la infancia, nunca más.

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